La indecente pasión postelectoral

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Aunque terminó el periodo de campañas electorales, la jornada de votación abrió un nuevo periodo de enfrentamientos partidistas y competencia entre identidades políticas que se disputan el control del principal dispositivo de poder del sistema político colimense: el poder Ejecutivo.

Las dudas y sospechas rondan la elección a gobernador del estado, lo que encuentra su explicación no tanto en un grupo perverso de orquestadores de fraude, si no en autoridades electorales ineficientes, en un sistema electoral confuso y costoso, en una clase política de bajo nivel y en prácticas antiquísimas y extendidas de mapachería y defensa reactiva de votos y casillas.

El .17 por ciento de diferencia de votos entre el candidato del PRI y el PAN ha colocado a Colima en la historia nacional, pues nunca se había registrado una elección con tan poco margen de diferencia entre el primer y segundo contendiente.

Con la extendida desconfianza ciudadana a todo lo que suene a autoridad en México, más la ineficiencia del órgano electoral, y sumando esta mínima distancia de votos, encontraremos el por qué fácilmente Acción Nacional puede enarbolar el discurso del fraude y la defensa de la democracia.

Las razones y argumentos de ambos lados se basan en imprecisiones y falacias que solo pretenden acarrear agua al molino propio, y eso de ninguna manera terminará por contribuir a nuestra débil democracia, tampoco a elevar el nivel del debate político, y mucho menos a incentivar a la ciudadanía para superar ese umbral de desconfianza hacia todo lo que huela a partidos políticos y elecciones.

¿Cómo se atreve el PRI a decir que los colimenses vieron en Ignacio Peralta la mejor opción de gobierno cuando perdieron 18 mil votos respecto a la última elección de gobernador?

¿Cómo se atreve el PAN a asegurar que el pueblo de Colima cristalizó sus deseos de cambio político en Jorge Luis Preciado cuando su votación obtenida no alcanzó lo que recolectó este partido en 2009?

Ninguno tiene calidad moral, legitimidad ni cifras contundentes para ponerse la capa de la representación de la voluntad colimense. El discurso de ambos es insostenible en una elección que registró casi un 10 por ciento menos de participación electoral respecto de los últimos comicios para gobernador.

Es cierto que quien más perdió es el PRI con su caída en las preferencias de diputaciones y alcaldías, y de hecho este dato hace dudar a los suspicaces voceros del fraude.

Por su parte, los más agudos analistas del oficialismo dicen que la diferencia entre distritos, ayuntamientos y la gubernatura se justifica en el voto diferenciado, es decir, la gente votó por la persona y no por el partido.

Pero habría que revisar los datos, pues con tantos votos perdidos es ilógico pensar que el candidato del PRI sumó el de aquellos a los que les disgustaba Preciado.

Si hubo un voto diferenciado en la gubernatura este no se puede encontrar entre Preciado y Peralta, sino que en todo caso aparecería en Locho, quien casi llegó al 11% de la votación, y en términos comparativos, su partido político Movimiento Ciudadano (antes Convergencia), pasó de mil 500 a 32 mil votos entre 2009 y 2015.

Retomando el asunto de este texto, no estaría de más volver a plantearnos las preguntas que nunca vimos circular durante los tres meses de campaña electoral, ¿qué es lo que hace sustancialmente diferentes a los proyectos del PRI y del PAN en Colima? Porque hasta el momento continuamos enredados en discursos de el naco contra el fresa, el congruente contra el loco; el bien contra el mal representados en el bando de su preferencia.

Con los niveles de participación electoral que registramos, con la votación perdida de ambos partidos, y con la fragmentación y diversificación de electores entre opciones políticas tan diversas, podemos entender a quien dice que no vale la pena sumarse a la pasión desbordada de ningún bando, pero no por indiferencia, sino por decencia, que es lo último que está en juego en esta discusión.