La prohibición engendró el narcotráfico

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2030
Eduardo Ramírez

 

La OMS define el término droga como cualquier sustancia que al interior del organismo viviente puede modificar su percepción, estado de ánimo, cognición, conducta o funciones motoras. Existen diversas drogas para diversos fines, unas legales y otras ilegales, según el contexto convenga.

Más de uno se ha preguntado el por qué unas son legales y otras no, aunque el temor a la ingenuidad y la obviedad cotidiana orille a callar esta corriente de pensamientos y lo que conlleva, no obstante, es de capital importancia no desistir.

La respuesta se halla enmarañada en las consideraciones morales, económicas, políticas y hasta biomédicas muy particulares de nuestra época.

De acuerdo con Rodríguez Arce y Quirce Balma (2012), el consumo de sustancias psicoactivas comenzó al menos en tiempos prehistóricos y prehumanos, hallazgos arqueológicos lo demuestran: en Asia se consumía el soma, en Europa kykeon, en Mesoamérica hongos alucinógenos, en Suramérica ayahuasca y en África iboga.

Además, se han encontrado pipas asociadas al DMT en Argentina que datan del 2,130 a.C., la mescalina contenida en el peyote ha sido empleada por unos 5,700 años en lo que hoy conocemos como México y Norteamérica, en España se han descubierto pinturas rupestres de hongos alucinógenos de hace unos 8 mil años.

Las experiencias alucinatorias como parte de la historia botánica y religiosa de la humanidad perduraron hasta la Edad de Piedra, donde la figura del chamán y del médico brujo fueron catalizadores positivos de la evolución. De esta manera, el uso deliberado de estos materiales en sociedades de cazadores-recolectores ha hecho al chamanismo institucionalizar estados alterados de conciencia.

Existe un caso particular de hace más de 3,500 años, una bebida con poderosos efectos psicoactivos y/o ecodélicos llamada haoma en el antiguo Zend Avesta de Persia y conocida como soma en la India, la cual pudo llevar en su receta el hongo Amanita muscaria, Psilocybe cubensis y/o cannabis sativa.

Sin importar si contenía una de estas sustancias o todas, el hecho es que tuvieron un impacto significativo en el desarrollo de tradiciones culturales, lingüísticas, religiosas y filosóficas (Rodríguez, J. y Quirce, C., 2012).

Dicho esto, los alucinógenos y sustancias psicoactivas en general crearon a la par dos cosas: mecanismos para tolerar y contra-explotar los efectos de estas sustancias, y una presión selectiva en la evolución tal que nos trajo a la mente humana moderna.

Más allá del aspecto constitutivo de las drogas en las sociedades humanas y de las conductas adictivas que hoy en día se observan, podemos afirmar con bastante seguridad que el consumo de sustancias que modifican la conciencia, legales o no, responden a un profundo deseo y aún más, necesidad, de mejorar y ampliar nuestra experiencia y conciencia ordinarias (Rodríguez, J. y Quirce, C., 2012).

Una vez que las sociedades se tornaron complejas y desarrollaron la política fue cuando inició la estigmatización del uso de estas sustancias, lo que inevitablemente llevó a la prohibición de las mismas, siempre de la mano de las jerarquías de poder.

En la actualidad, las políticas prohibicionistas sólo han provocado reprimir este deseo antiquísimo de mejorar la consciencia, ocasionando un severo síntoma en la sociedad llamado narcotráfico, con vinculación estrecha al crimen organizado. 

Este síntoma se ha ataviado de empresa y ha expandido sus productos, creando empleos donde hay altas tasas de desocupación y salarios bajos, prostituyendo personas, traficando órganos y representando una de las principales causas de homicidios (Menéndez, E., 2012).

¿Qué han hecho la mayoría de los Estados del mundo ante esta situación? Guerra. Brillante solución para quiénes legislan y se niegan a conocer al humano.

Según cifras oficiales de la ONU aceptadas por la Secretaría de Salud en México (véase su documento “El consumo de drogas en México”), 208 millones de personas consumen drogas ilícitas (4.8% de la población), de las cuales sólo el 0.1% consume drogas duras, visto así no parece ser un problema mayúsculo; 25% de las 9 millones de personas encarceladas en el mundo lo son por algún delito relacionado con drogas, encierros innecesarios si se conservasen en prisión sólo a quiénes realmente atentan contra la vida.

Entonces ¿De qué sirve esta guerra? ¿La guerra contra el narco fracasó? Siguiendo a Eduardo Menéndez (2012) no, si uno de sus objetivos es la justificación de control e intervención en ciertos grupos y países cuando se considere “necesario”; sí, intervención al estilo “americano”. Así, funcionarios mexicanos y estadounidenses han interpretado la escalada de violencia relacionada con las drogas como un signo de que el modelo de guerra funciona (Schmldt, S., Cervera, L. y Botello, A., 2017) y, por supuesto, continuará.

Las políticas prohibicionistas para las drogas parecen ser incongruentes en las sociedades capitalistas caracterizadas por impulsar el consumo, puesto que estas políticas pretenden abolir el consumo de sustancias consideradas adictivas. A menos que una cabeza de la hidra se encargue de encarecer un producto al hacerlo ilegal, de incrementar y fomentar el consumo al prohibirlo (dado que lo prohibido más de una vez es atractivo) y de maximizar sus ganancias al no pagar impuestos y enajenar y marear a las masas con la pomposa guerra contra el hombre de paja.


Boiteux L., et al. (2010). Sistemas sobrecargados: Leyes de drogas y cárceles en América Latina. Washington: TNi, WoLA.

El consumo de drogas en México: Diagnóstico, tendencias y acciones. Recuperado de: http://www.salud.gob.mx/unidades/cdi/documentos/CDM.htm

Menéndez, E. (2012). Sustancias consideradas adictivas: prohibición de daños y reducción de riesgos. Salud Colectiva, 8, 9-24.

Rodríguez, J. y Quirce, C. (2012). Las plantas y los hongos alucinógenos: reflexiones preliminares sobre su rol en la evolución humana. Reflexiones, 91, 9-32.

Schmldt, S., Cervera, L. y Botello, A. (2017). México: territorialización de los homicidios. Realidad, datos y espacio, 8, 1-15. 2020, De INEGI Base de datos.