Crónica de una pandemia anunciada

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El Covid-19 es, al menos, el fenómeno más inesperado y desconocido que ha impactado a la humanidad en lo que va del siglo XXI.

Aunque el grado de desarrollo tecnológico-científico de nuestra especie ha generado suficientes recursos para detectar e intentar combatir un virus que hubiera sido mucho más letal en otro periodo histórico, el coronavirus se encontró con una humanidad demasiado involucrada con un sistema socioeconómico que funciona sobre la opresión, la pobreza, la especulación, la autodestrucción y la producción-acumulación de bienes sin sentido: el capitalismo financiero internacional.

La presencia del patógeno desequilibró con extrema facilidad a muchas naciones, y expuso con mayor franqueza la tendencia a generar desigualdad y crisis de sus sociedades. Muchos “líderes” mundiales actuaron de manera tardía, reactiva, desproporcionada y egoísta, sin mostrar talento para la improvisación. La supuesta globalidad sobre la que se impuso el neoliberalismo de las últimas décadas se reveló como mito, pues la respuesta internacional al virus fue descoordinada, plagada de intereses oscuros y centrada en las necesidades del primer mundo.

En México, las circunstancias que demandan el fin de la Jornada Nacional de Sana Distancia el 1 de junio difícilmente pueden ser contenidas después de dos meses y medio de cuarentena parcial, que ya tiene entre sus efectos más notorios una crisis económica y social que reafirmó la pobreza, la falta de oportunidades y los contextos de violencia familiar para la mayor parte de la población.

Aunque lo generado por el coronavirus ha tenido efectos diferenciados entre clases sociales y regiones geográficas, hay algunas lecciones generales que hasta ahora nos ha dejado la pandemia:

1. La mayor parte de los mexicanos desconfía de sus gobiernos. Hay toda una historia de violencia institucional, corrupción y burocracia ineficiente sobre la que se ha descompuesto la relación de las instituciones locales con sus ciudadanos. En muchos lugares, los gobiernos son la única fuente de información sobre el virus. Cuando invitaron a tomar las medidas de contingencia sanitaria, se encontraron con un fuerte porcentaje de población incrédula o indispuesta a acatar cualquier cosa que venga de las mismas autoridades que les han mentido por años. Cobra buena fama y échate a dormir.

2. El aislamiento tuvo efectos psicosociales graves. Para muchas personas, la condena social de toda actividad recreativa o de convivencia supuso desde crecientes episodios de incertidumbre personal hasta cuadros clínicos de depresión o ansiedad, que tuvieron como válvula de escape el relajamiento personal de las medidas sanitarias. En futuras ocasiones, será necesario tomar en cuenta las implicaciones de prohibir el esparcimiento público en relación con la capacidad de la población para “aguantar” la cuarentena por determinado tiempo.

3. Los medios de comunicación tienen mucho que aprender. Al cubrir un fenómeno tan complejo sin herramientas para comprenderlo, sobremediatizaron al coronavirus, contribuyendo en cierta medida a la generación de pánico social. Durante muchas semanas no se habló de otro tema, cosa que invisibilizó otros problemas importantes en el país. En algunos casos, se privilegió el conteo de muertes y la especulación estadística por encima de información más útil para las personas en el contexto de la crisis. La búsqueda de equilibrios y de contenidos de calidad es tan importante como la libertad de expresión.

4. A nivel social, se construyó la narrativa del portador del virus como enemigo. De la persona infectada como un peligro potencial de muerte. De la salida a la calle -por trabajo o diversión- como una actividad que atentaba voluntariamente contra la vida de otros. Esto no solo resultó en la aparición de los insufribles policías de redes sociales, sino también en los episodios de agresión a personal sanitario que nos han proporcionado vergüenza internacional.

5. Pocos entendieron lo que realmente significaba la cuarentena, implementada principalmente como estrategia contra la sobresaturación hospitalaria, no como intento de suprimir la propagación del virus. Todavía hay quienes creen que, una vez levantadas las medidas de quedarse en casa, se habrán salvado del riesgo de contraer la enfermedad. No pueden estar más equivocados. La idea de inmunización colectiva es complicada, pero mientras no haya una vacuna para acelerarla, es necesario abordarla de alguna forma. Los contagios masivos continuarán, y hay que encontrar la mejor manera de enfrentarse a esta situación una vez que se reanuden muchas actividades cotidianas.

6. Hay quienes si han sabido enfrentarse a las circunstancias. En distintas formas y geografías, ha surgido una gran cantidad de iniciativas solidarias y bien organizadas, que enfrentan distintas aristas de la crisis: desde prevención comunitaria de contagios, hasta comedores populares para combatir el hambre en lugares afectados por la falta de ingresos. Mirar hacia esas propuestas es quizás la última esperanza para quienes desarrollan las políticas públicas actualmente fallidas frente a la crisis sanitaria.

El fenómeno del virus ha dejado duras lecciones, la posibilidad de superarlas se definirá sobre nuestra capacidad de aprender de nuestros errores. Que descansen en paz todas las víctimas, presentes y futuras, del Covid-19. Que sus seres queridos les puedan recordar de la mejor manera. En tiempos como estos, es difícil pensar que la felicidad y la justicia existen. Están por ahí escondidas, pero hay que recuperarlas retando a un sistema que quiere desaparecerlas. Luchar por salud digna para todas las personas, y por acceso universal al trabajo decente, es un buen comienzo.

Corolario

Le tocó a la lucha contra el racismo en Estados Unidos reactivar el ciclo de protestas sociales en el mundo. En medio del fuego, manifestantes demandan justicia para el estadunidense de raza negra que fue asesinado con impunidad y descaro por un oficial blanco a plena luz del día. Que se queme todo lo que se tenga que quemar en una sociedad que permite e institucionaliza la muerte de personas por su raza. O la muerte de mujeres por su género. O la muerte de cualquiera, por su pobreza. Las estructuras de opresión previas a la pandemia han sobrevivido a esta. Retomemos la tarea de ponerlas en jaque cada que sea posible.