En Colima son tiempos de reforma electoral y el grupo parlamentario de Morena anunció que va por la reducción de diputados y regidores. Que Morena impulse una reforma que ha sido parte de la agenda del PRI, el PAN y el PVEM es llamativo, pero que esté enmarcada en los mismos argumentos que sus antagonistas resulta sorprendente. Las propuestas pueden tener sus diferencias, pero pareciera que en el fondo responden al mismo razonamiento: ahorrar dinero y satisfacer el resentimiento popular con la política.
Reducir representantes es uno de esos temas que aseguran popularidad porque es una demanda muy sentida entre gran parte de la población. Esto podría ayudarnos a entender por qué casi todos los partidos se han subido a este barco. Evidentemente hay matices y diferencias, pues al menos desde Morena no se ha planteado acabar con la representación proporcional. Pero todos parecen coincidir en que es una buena idea porque permitiría ahorrar recursos y satisfacer una demanda de la ciudadanía.
Lo problemático de recurrir a estos argumentos es que no se toma en cuenta que la demanda popular de reducir diputados es producto de un sentimiento anti-política. Es extraño que los representantes Morena enarbolen una propuesta de este tipo, sobre todo si se tiene en cuenta que muchos de sus actuales referentes se forjaron demandando espacios que amplificaran espacios de representación.
¿Por qué los impulsores de la democracia popular pueden coincidir con un sentir conservador? Quizás porque es una propuesta que coincide con su cruzada contra la élite política, que, por definición, es parasitaria, corrupta y ajena a los intereses del pueblo. Pero habría que hacerles ver una cosa: para mucha gente la élite política no es el PRIAN, sino cualquiera que ocupe un puesto de representación.
Quienes hoy defienden esta reforma no parecen reparar en estos detalles. Reducir diputados y regidores no es más que una forma de atender un sentimiento popular de revanchismo y seguir rascando el erario público con el imperativo de gastar menos. Como sus antecesores neoliberales, ahora los morenistas argumentan que menos diputados es igual a mayor ahorro: más o menos el 4% del presupuesto anual del Congreso ¿Cuánto necesitarían reducir de su sueldo para llegar a esta cifra?
Quién sabe si la propuesta pase, pero para mi no deja de ser un tema polémico porque en términos de eficiencia y gasto el impacto sería mínimo, pero en términos de representación y calidad de la democracia las consecuencias son importantes. Esto no parece estar en el horizonte de la discusión ¿Cuál es el criterio para definir si son demasiados, pocos o justa la cantidad de representantes? ¿Cómo afecta esto a la calidad de la representación, la inclusión de corrientes políticas, de sectores organizados o identidades sociales?
Hay una consecuencia de reducir la cantidad de diputados que vale exponer teóricamente. De acuerdo con la propuesta que Morena tiene en el Congreso, se requeriría una reducción del número de distritos electorales. Ello implicaría que los distritos sean más grandes, y en estas condiciones, quienes tienen más recursos tendrían más ventaja en una competencia electoral por una razón muy simple: se requiere mayor esfuerzo para ser reconocido en una población más grande, más recursos para hacer campaña, para movilizar votantes, para cuidar casillas… [1] Pensemos en el perfil regular de quienes compiten por el senado, donde los distritos son considerablemente mayores.
Hasta donde conozco, no existe un consenso sobre el número ideal de representantes políticos que debería tener una población. La Constitución mexicana define unos criterios interpretables; por ejemplo, en Durango, donde la población es de casi 2 millones, la cantidad de diputados es de 25, la misma que en Colima, mientras en Campeche, donde este año andarán por el millón de pobladores, la legislatura se compone por 35 representantes. Pero el debate no debería ser en función de cuántos integrantes hay sino de cómo se distribuyen, de dónde provienen, qué tanto pueden representar la diversidad de corrientes de opinión, cómo legislan… Es más, la pregunta básica antes de de decretar su desaparición sería por qué la gente tiene tan mala opinión de ellos.
[1] Este es un argumento que expone Manin en su clásico Los principios del gobierno representativo.