El dinero no alcanza -o la fórmula de la pobreza-

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El termómetro de lo que pasa en una sociedad es lo que platica la gente. Las personas van por ahí, reflejando en su conversación lo que piensan, sienten y viven diariamente.

A mi me gusta poner atención. Eso de escuchar a mis alrededores lo que dicen los demás es ilustrativo. Me da de que hablar y que escribir. A veces opino, pero no siempre “meto mi cuchara”. Aveces, solo estoy atenta, tomo nota y reflexiono. El clima, el dinero, los amores, son temas comunes que se ventilan en la calle. No necesariamente tienen que tratarse de asuntos propios, porque no hay dinero que contar, el clima es de otro lado y los amores pueden referirse a algún gobernante y no a los propios quereres.

Un día de esos, “de parar oreja”, escucho que una mujer dice: “Cada que voy de compras es lo mismo, todo está caro, caro, caro”. Otra se queja: “Tan solo de comida, a la quincena, se me va la mitad del salario”. La mas analítica comparte: “Los ochenta productos de la canasta básica se están acabando mi quincena”. Las amas de casa, que también son trabajadoras y asalariadas expresan así su encuentro con la realidad económica que viven diariamente. El dinero no alcanza. Al escucharlas encuentro que su preocupación es la mía y la de mucha gente y pienso en como le harán los millones de mexicanos que ganan apenas el salario mínimo, que por más que se haya homologado no resuelve las necesidades esenciales de los mexicanos.

¿A quién culpar? Tal vez a nadie. finalmente, todos participamos, de una u otra manera, en lo que sucede en este país. Unos por no hacer nada, otros por hacerlo. Los ciudadanos por quejarnos de manera desarticulada y solitaria, quedándonos en el enojo y los que tienen el poder, por tomar decisiones que no nos favorecen a la mayoría de las personas. Y no es por echar culpas. Hay quienes dicen que las malas intenciones en política económica y social no existen. Quisiera creerles. es más, intentaré justificarles.

Es probable que las modificaciones que se hacen a las leyes, decretos y/o reglamentos que dictan las tendencias en un país, se hacen con buena intención. El problema es que, aunque se hacen pensando en resolver un problema, a la larga, pueden perjudicar más que beneficiar al grueso de los individuos que conformamos una sociedad. Recuerdo, en Colima, los chupódromos, que de entrada, se hicieron con buena intención, para que los jóvenes tuvieran un lugar donde ir a tomar sin exponerse, ya que habían sucedido atracos y accidentes en los caminos rurales que habían cobrado la vida de algunos jóvenes. Al final, la idea no prosperó, no resultó buena, porque solo buscaba paliar el problema, no resolver de fondo el tema del consumo de alcohol de manera desmedida por los jóvenes, además de que seguían siendo un problema a la hora de volver a casa, sobre todo si se encontraba uno con ellos en el camino de regreso.

Así, podemos citar grandes ocurrencias de nuestros políticos que elevan a carácter de ley cuanta cosa les pasa por la mente, con sus respetables consecuencias. Pensando en eso, llego a la noticia del salario mínimo homologado…Podría parecer buena idea. Ahora en todo el país, el salario mínimo es de 70 pesos y diez centavos. Ya no hay diferencias en las zonas económicas. Todos ganarán igual. A partir de ese momento, el salario de mas de setecientos mil empleados de la zona B, que ganaban menos que aquellos que cobran en la zona A se habrá mejorado y, de entrada, pareciera idea excelente en cuestión salarial. Estoy dispuesta a otorgar el beneficio de la duda. Suena bien. Parece buena idea. El problema es que con esos setenta pesos y diez centavos no alcanza ni para cubrir las necesidades básicas. El salario mínimo es tan mínimo que no cubre lo mínimo esencial para recuperar la fuerza de trabajo, aquello que dicen que debemos hacer o tener para ser felices y desarrollarnos como seres humanos.

La homologación no resuelve el problema de fondo, que tiene que ver con recuperar el poder adquisitivo de la clase trabajadora. México es el país de América Latina que tiene el salario más mínimo que cualquier otro (CEPAL, 2011). El salario mínimo en México, hace más pobres a los pobres. Así de pequeño es.

La pobreza tiene arraigo en nuestro país. El salario no permite superar el bache económico en el que se encuentra ubicada una gran cantidad de la población. Nuestro salario, en ves de permitir la reproducción de la fuerza de trabajo, es reproductor de la pobreza: quién gana el salario mínimo es pobre y no puede salir de esa pobreza, porque los recursos económicos que recibe no le permiten desarrollar capacidades que le ayuden romper con el ciclo. No puede nadie, con el salario mínimo, vivir dignamente y en condiciones humanamente posibles.

En un seguimiento que se ha hecho al salario mínimo en México, documentado por el Centro de Estudios Económicos de la UNAM, se ha comprobado que, aunque aumenta en términos reales, el salario ajusta ahora para adquirir menos cosas que las que se compraban hace 35 años. Es decir, ha aumentado la cantidad que se gana, pero es menos lo que puedes comprar con él. Eso no es grave solo para las personas que, al dejar de comprar cosas necesarias para si mismos, pueden ver deteriorada su salud e integridad física, sino que también afectan a otros sectores de la población, porque al no tener dinero suficiente, dejan de adquirir determinados productos.

El salario mínimo afecta entonces no solo al trabajador que gana poco, sino a los productores que no tienen a quien venderle lo que produce. Visto así,un pobre, genera pobreza. El desempleo agrava la situación y aunque hay nuevos empleos que se generan en ciertas zonas geográficas, los salarios que se pagan por desarrollar las nuevas actividades económicas son menores que los que se pagaban hace ocho años.

Las personas contratadas en estos nuevos empleos, tienen menor poder adquisitivo que aquellos que fueron empleados antes del 2009. Los empleos que pagan de tres a cinco salario mínimos han disminuido considerablemente y han aumentado aquellos empleos que pagan de uno a dos salarios mínimos. Esto es la fórmula de la pobreza: ME+PS= MP. Significa mucho empleo, poco salario igual a mucha pobreza.

Entre mas gente hay que gana el salario mínimo, menos cosas se consumen y las empresas que las producen, tienden a disminuir su planta laboral o a cerrar, por lo que hay desempleo generado por los bajos salarios. Y eso no tiene que ver con la productividad, porque México es un país donde la gente trabaja mucho, los mexicanos, comparados con los trabajadores de otros países, son los que más horas trabajan, pero tanto trabajo no es sinónimo de buen salario y mayor riqueza. Al contrario. Pareciera que eso reproduce la pobreza. El dinero no alcanza.

La canasta básica no puede cubrirse con $70.10 de salario diario. Un mexicano necesita trabajar 22.5 horas diarias para poder cubrir los ochenta productos que se incluyen en esa lista de cosas mínimas necesarias que se requieren para tener una vida digna, para recuperar la fuerza y las energías y para ser felices. La canasta básica son los bienes y servicios indispensables que una familia necesita para satisfacer sus necesidades básicas. En México, está conformada por cerca de 80 artículos, entre los que se encuentran los elementos de la despensa alimentaria, vivienda y transporte público. Para poder adquirir esos productos, los mexicanos tenemos que trabajar. Las horas de trabajo dependen del salario que se paga.

En 2006, hacían falta 134 horas para adquirir la canasta básica, ganando el salario mínimo. Ahora, se necesitan 193 horas laborales para poder cumplimentarla. Un empleo digno son 40 horas a la semana de trabajo. Quiere decir que antes se necesitaba menos de un mes de trabajo para comprar la canasta básica. Ahora necesitas cinco semanas. y es que todo está más caro. El salario mínimo no aumenta al ritmo que aumentan los precios de las cosas.

En agosto de 2015 y de acuerdo con la Procuraduría del Consumidor, cubrir la despensa le ha costado a un mexicano mas de 3000 pesos mensuales. Tan solo los alimentos que se necesitan para tener una buena salud y nutrición se llevan prácticamente todo lo que le pagan a un trabajador, cuando gana el salario mínimo. A eso que gastan los mexicanos en comida, hay que agregar otros servicios, como educación (a pesar de que la educación, dicen, es gratuita), transporte y esparcimiento. Los antibióticos, analgésicos, expectorantes, anticongestivos, anticonceptivos y otros productos hormonales también están incluidos, porque eso no están considerados en la cobertura de salud, en la mayoría de los casos.

Jabón para lavar la ropa, desodorantes, estufas, focos, gasolina, teléfono, pasta de dientes, refrigeradores, taxi, servilletas de papel, plumas, lápices y otros productos de papelería, también forman parte de los productos de la canasta básica. La mayoría de lo que se gasta en la canasta básica, se va en la vivienda (26%). También incluye los cigarros.

Eso implica que muchos miles de mexicanos apenas alcanzan a cubrir sus necesidades, porque . más del 10% de las personas que trabajan en México, ganan el salario mínimo. Con la reforma, el salario mínimo homologado, a aumentado en un 4.5% el salario real de las personas, sin embargo, la canasta básica ha aumentado 63.14% en tres años. Hay una diferencia abismal entre el salario real y el costo que hay que pagar para cubrir la canasta básica. En el Centro de estudios económicos de la UNAM, se ha demostrado, con datos duros, esos que dan las estadísticas, que se necesitan mínimo 199.20 pesos diarios para cubrir las necesidades básicas de una familia, esas que dicen que como seres humanos debemos cubrir, para seguir siendo humanos, para lograr la recuperación de la fuerza de trabajo.

Comida, protección, descanso, nutrición, esparcimiento, educación, cultura, salud, no caben en 70 pesos y centavos. Necesitamos mas que eso. Un pretexto para no aumentar el salario mínimo es la inflación: se cree que aumentando el salario mínimo, la inflación crecerá. Eso no es del todo cierto. Hay países que han mejorado el poder adquisitivo de sus ciudadanos y no ha ocurrido la inflación. Uruguay es uno de ellos. Japón también. Estos países, uno en América y otro en Asia, han demostrado que tienen economías sólidas y mejorar el salario de sus ciudadanos no los a afectado.

Al contrario. Entre más dinero tiene una persona, mas compra. Eso fortalece los sistemas económicos basados en el consumo. Se ha comprobado que si una persona gana un mejor salario, tiene mayor lealtad a las instituciones y son más productivos (¿ya ven? ¡no se quejen si la gente sale a protestar! es que lo que ganan no les ajusta para nada). Las participaciones en movimientos sociales de muchos grupos sociales tienen que ver con este empobrecimiento económico. Cuando el trabajo no da para vivir, por más que se realiza una actividad productiva, las personas se dan cuenta que las cosas deben cambiar. La lucha social es un manera de participar en ese cambio. Las dificultades económicas para sostener un estilo de vida, resolver las necesidades de la familia y gozar de esparcimiento, atención a la salud y educación son reclamos comunes en la sociedad, que si hubiera un buen salario no se escucharían. Nuestros gobiernos deberían entender que, más que reprimir, lo que hace falta es cubrir las necesidades de la gente. Y no se trata de mantener económicamente a la clase trabajadora.

Ni siquiera tiene que ver con políticas sociales de subsistencia. Un buen salario ahorraría mucho dinero al estado y no se perdería en tantas becas, despensas y ayudas para los pobres. Con un buen salario no habría pobres. La gente podría solventar sus gastos y tendría una vida digna, porque trabajaría y con su trabajo, pagaría sus cuentas. Se trata de devolverle su dignidad a las personas y de no tenerlas con la mano estirada, pidiendo las sobras de un gobierno que maltrata, manipula y empobrece.

Lo más práctico para un estado represor es usar los programas sociales para mantener un voto cautivo, una población con hambre, que no piensa ni actúa mas que cuando le dicen y como le dicen que lo haga. Cualquier intento de hacer otra cosa que implique voluntad propia o tan siquiera, la posibilidad de pensar en hacer la diferencia, implica que pueden quitarle a una persona los míseros apoyos que recibe, vía limosna social, perdón, programas sociales. Eso mantiene cierto orden, pero no por mucho tiempo. La gente se cansa. Las opciones sociales al salario de hambre implican estrategias económicas distintas, que plantean la necesidad de ser solidarios entre las personas que conformamos un pueblo. Estas estrategias provienen de la gente. Implican mirar la realidad social, económica y política desde otra perspectiva, construyendo lo que se ha denominado Economía Social. Implica organizarse de otra manera, donde compartir y colaborar son opciones válidas. Implica tener opciones a este capitalismo feroz que aniquila. Ya habrá tiempo para hablar de esto. Por lo pronto, que bueno que ahora, con la homologación del salario mínimo en México, todos pueden ganar lo mismo. La tarea pendiente es que ese salario mínimo no sea tan mínimo y permita a los mexicanos, tener lo suficiente para cubrir sus necesidades básicas, esas que nos hacen a los humanos, más humanos.