Oiga, ¿de casualidad no andan contratando?

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Ya para nadie es nuevo el anuncio de que el Covid-19 y las medidas para contenerlo nos trajeron la peor crisis económica de las últimas décadas, la cual dejará cuando menos unos cuantos millones de nuevos pobres y mucho, pero mucho desempleo. La crisis, como todas las cosas, impactará doblemente a los países “en desarrollo”, como la mayoría de los que se encuentran en América Latina, región para la que la CEPAL ya ajusto la perspectiva de crecimiento a menos 9.1 por ciento del PIB este año, con 96 millones de personas en emergencia alimentaria para diciembre.

México anda más o menos igual que el augurio regional y se estima que su economía puede caer entre 9 y 10 por ciento en 2020. En un país experto en desigualdad, esto afectará brutalmente a los sectores de menor ingreso, que ya están renunciando al sueño de llegar a la clase media para afrontar la más apremiante necesidad de no caer en el decil de pobreza extrema. En realidad, nadie tiene datos exactos de los efectos reales de la crisis entre las clases trabajadoras del país, pues casi no hay mediciones actualizadas de los estragos de la crisis en la economía informal, esa que determina la supervivencia de la mayor parte de las y los mexicanos.

Solamente el INEGI ha podido realizar algunas estimaciones a través de su Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE), con la que calcula que alrededor de doce y medio millones de personas perdieron de manera definitiva sus fuentes de ingreso entre abril y mayo. De manera adicional, se generaron otros ocho millones de trabajadores en una situación de subocupación, es decir, con un empleo de medio tiempo en el que no pueden obtener suficiente dinero para su supervivencia.

El incremento exponencial del desempleo le está pegando a los ahorros de las personas. En junio se incrementaron en 100 por ciento los retiros en las Afores por desempleo, terminando con la escéptica esperanza de muchos de poder acceder a una pensión mínimamente digna en el futuro. Aun así, se estima que el número de personas en condición de pobreza extrema se incrementó en 13% entre febrero y junio, con alrededor de 16 millones de nuevas personas que ya deben de gastar más de lo que ganan. Actualmente, al menos la mitad del país está viviendo con ingresos por debajo de la línea de pobreza, es decir, con menos de $3,204 en zonas urbanas y $2,089 en zonas rurales.  ¿Cómo le hacen? Quien sabe.

En términos concretos, la crisis de desempleo -junto con la de seguridad- es la mayor emergencia nacional. Es muy probable que veinte millones de personas estén viendo sus vidas desmoronarse en unos cuantos meses. Que estén perdiendo lo que seguramente habían tardado años en construir. Que ya no tengan dinero para mantener a sus familias. Que estén gastando sus ahorros, vendiendo sus posesiones y haciendo trabajos degradantes para poder sobrevivir. En términos concretos, estamos jodidos y no tenemos idea de como resolverlo.

Mientras tanto, la mayoría de los tres niveles de gobierno están peleando entre ellos o en abierta campaña electoral. Unos cuantos que tienen buenas intenciones, no pueden ejecutarlas por su nula capacidad técnica o presupuestaria. En casi todos lados, los programas de empleo brillan por su ausencia. Los apoyos económicos de emergencia son insuficientes, descoordinados y para nada proporcionales al tamaño de la crisis que se está viviendo.

En la próxima entrega de esta columna, se reflexionará sobre algunas propuestas interesantes para comenzar a contener la crisis. Como adelanto, la idea es que la paguen los ricos.

Corolario

Ha sido una buena semana para el desarrollo de posibles vacunas contra el Covid-19. Algunos ensayos clínicos en distintos países han arrojado resultados muy positivos. Sin embargo, ya empezaron las disputas internacionales. Reino Unido ya acusó a Rusia de robarle inteligencia cibernética vital para el desarrollo de su vacuna. Moderna, una de las farmacéuticas globales que tiene los resultados más prometedores, ya anunció que los ciudadanos estadunidenses serán su prioridad en cuanto logren desarrollar un producto. Si no hacemos nada para evitarlo, cualquier vacuna llegará a todo el mundo de manera diferenciada, portadora de la misma desigualdad de siempre.