Una Andrea, muchas Andreas (II)

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PARTE II

Cuentos cortos de mujeres. Buscando crear conciencia feminista.

Mientras Andrea me cuenta lo que le pasó, pienso en mi país.

En México, el perfil de los acosadores son varones de más de 40 años, casados, con vida sexual insatisfactoria. El requerimiento de actividades sexuales que este tipo de hombres hacen a las mujeres habla de cierta forma de ver y concebir a las mujeres. Indica verlas con un cierto sentido de pertenencia.

Los hombres se apropian de las mujeres que ven o consideran que están “solas”, o de aquellas que se encuentran en su ámbito de influencia. Ninguno se salva de eso: políticos, profesores, jefes de cualquier empresa pueden tener este perfil. El acoso sexual es una forma de violencia sexual, tipificado en la Ley de acceso a las mujeres a una vida libre de violencia. Es violencia explicita. Hay también violencia estructural y simbólica.

La violencia sexual solo es una forma explícita  de violencia. La psicológica, económica, física, patrimonial, coexisten desde hace tiempo, justificándose de muchas maneras.  Son las formas más conocidas de violencia hacia las mujeres.

La violencia comunitaria e institucional son otro tipo de violencia, considerada como estructural. Está establecida y justificada en las instituciones y en la comunidad, donde se hacen o se dejan de hacer cosas que violentan a las mujeres y tienen su sustento en las reglas sociales y culturales que rigen nuestro país.

El estado hace leyes para permitir la igualdad entre hombres y mujeres, pero las mujeres no las conocen, porque el estado no tiene recursos para hacerlas conocer a la población femenina que necesita saber esas leyes para hacerlas valer o porque no ha encontrado la manera de socializarlas. Nos falta dar ese salto. Una ley que no se conoce es una ley que no sirve.

La comunidad puede no aceptar esos derechos de las mujeres  y se burla de ellas cuando los exigen. La comunidad es condenatoria ante muchas conductas de mujeres. No es gratis el miedo de Andrea para decir lo que pasó. La condena social es la más dura de todas. Y para muestra, basta un botón, dicen. Cuando desde hace más de 50 años las mujeres tuvieron derecho de votar en México, apenas en el 2002, ciertas comunidades indígenas de nuestro país les “permitieron” a sus mujeres ejercer ese derecho.

La violencia más soterrada, la que nadie ve, porque la ha asimilado como parte de su vida, es la violencia simbólica. Es aquella que se encuentra tejida en nuestra vida cotidiana. Es el gesto, la palabra, el movimiento que te dice que una mujer pertenece a un hombre y por tanto, le debe pedir permiso. Observo eso todos los días, en la vida cotidiana.

Es cuando le pides una opinión a una mujer y voltea a ver al hombre con el que va, solicitando su aprobación muda. Es el miedo en los ojos de las mujeres cuando les diriges la palabra, porque tienen prohibido establecer comunicación con nadie que no haya autorizado su marido.

Es hacer grupos de mujeres para cualquier cosa y que aparezcan acompañadas de los hombres, es el refrán que enseña sexismo. Son las reuniones de padres de familia en la escuela, en donde las que van son las madres. Es la encuesta de INEGI en donde, en el apartado de jefe de familia, siempre ponen al varón de más edad que vive en esa casa, aunque la que sostenga económicamente el hogar sea una mujer.

Es ver mujeres que mueren de cáncer cervicouterino porque nunca fueron a hacerse el papanicolau porque sus maridos no pudieron permitir que nadie las tocara. Es que en un trato de iguales, un hombre le diga a una mujer “mi reina” y con eso la neutraliza, la imposibilita, la detiene y aunque ella no lo note, la pisotea y la ningunea. Es cuando de cariño le dicen “mija” a una mujer, indicándole que su lugar es de subordinada.

Cuando Andrea llega al punto de decirme que se siente culpable, entiendo que no es la única que siente eso cuando le pasa algo malo. El 99.7% de los casos no se denuncia. El temor de las mujeres es ser juzgadas socialmente. La condena social lastima e impide hablar de estos asuntos.

En un país como el nuestro, donde las conductas machistas se alaban y se reproducen y construyen un valor importante en la vida de los hombres, es difícil constituir una denuncia. Garantizar el desarrollo pleno de las mujeres implica respetar incluso, sus debilidades.

Las leyes de acceso a las mujeres a una vida libre de violencia plantean que es necesario asegurar la igualdad jurídica entre la mujer y el hombre, el respeto a la dignidad humana de las mujeres, la no discriminación, y la libertad de las mujeres.

Estas buenas intenciones no sirven de nada sin no hay un cambio cultural que implique mirarnos, hombres y mujeres de manera diferente. La educación en la convivencia humana es lo que puede permitir disminuir los índices de violencia hacia las mujeres. Implica educar  a hombres y mujeres, en los derechos humanos, como herramientas indispensable para el desarrollo humano. Los derechos humanos nos humanizan, le dan coherencia a una vida sin violencia.

Pero eso no es suficiente. Es necesario educar con perspectiva de género. Implica revisar los planes y programas de los diferentes niveles educativos y adecuarlos para trabajar desde ellos, la equidad, es utilizar un lenguaje no sexista y enseñarlo en las aulas y en las calles, es utilizar técnicas didácticas y dinámicas grupales de transmisión del conocimiento  diseñadas desde esta perspectiva. Hombres y mujeres deben verse favorecidos con esta forma de educar, que implican una convivencia más humana.

Y no menos importante es proporcionar a las mujeres las herramientas para que se hagan cargo de su propio destino. Que las mujeres se empoderen significa que sean capaces de tomar decisiones que afecten de manera positiva en su vida.

Significa que mujeres como Andrea no volverán a pedir aventón a su compañero de trabajo, sino que se organizarán con sus amigas cuando quieran irse de juerga otra vez, para que alguna que no haya tomado sea la que maneje de vuelta. Significa que puede haber mas mujeres capaces de denunciar la violencia que reciben, que conocen las leyes y las hacen suyas.

Tomar decisiones sobre la base de la formación y la información es prioritario para erradicar todas las formas de violencia hacia las mujeres. Implica revisar las prácticas de riesgo y dejar de exponerse. Significa construir relaciones armoniosas con otras mujeres y otros hombres, con quienes se puede confiar.

Significa que entre mujeres, se debe construir la confianza de que pueden cuidarse entre ellas, que pueden compartir temores, errores y aciertos, sin miedo ha ser juzgadas. Significa que ya no haya más Andreas que tengan cosas que lamentar por haberse ido de fiesta.

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PARTE I