Notas de campaña III: un laberinto político sin opciones

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En el anterior texto realizamos una síntesis de las principales encuestas sobre las tendencias de voto para la elección de Gobernador del estado, y con los reducidos datos que arrojan estos informes, concluimos que el candidato del PRI mantiene una ventaja sobre el del PAN aunque el margen de diferencia es desconocido, y este es un dato importante pues habla de cómo va cerrando la contienda.

También decíamos que los movimientos de las preferencias del electorado tienden a ser a favor de Peralta y Preciado, ya que ambos van creciendo en el tiempo. Preciado y Peralta crecen sobre una base de voto duro, mientras los otros partidos estarían en condiciones de utilizar la campaña electoral para construir una base de fuerza política.

Pero también señalamos que las campañas de los dos principales contendientes parecen no encender como ellos, sus partidos y sus equipos esperan.

Entonces sugiero pensar al menos dos escenarios posibles:

a) Que la contienda efectivamente se polarice entre PAN y PRI, lo que causaría un desinflamiento de preferencias para PRD, Movimiento Ciudadano, Morena y PT.

b) Si la polarización electoral no se vuelve contundente, se abriría un espacio donde los candidatos de PRD, M.C. y Morena pueden disputar un sentido político de oposición o alternativa.

Es sobre la segunda opción que nos atrevimos a señalar de manera hipotética que la verdadera polarización política no es PRI/PAN, sino PRI-PAN/ los demás contendientes. Una hipótesis bastante refutable en las condiciones actuales.

Decíamos que ni Peralta ni Preciado tienen el arrastre que pretenden sus estridentes campañas, aun así son los principales contendientes y la contienda parece inamovible, y eso contribuye al ánimo de creer que es imposible cambiar las cosas, sobre todo en una vía electoral (frase a la que nunca preguntamos qué son las cosas).

Casi el 60% de los posibles votantes fortalece las candidaturas de PRI y PAN y el porcentaje restante se fragmenta en 7 opciones, donde las más fuertes son Locho, Zepeda y Gallardo; hay una preferencia mínima por PT, Humanista y PES, y un porcentaje promedio de 20 puntos de votantes indecisos.

Dado que el PRI gobierna en el ámbito nacional y lo ha hecho desde siempre en lo local, las opciones de cambio político aparecen por fuera. En el espectro opositor aparece Preciado, quien se presenta como una opción de alternativa política pero no logra hacer efectiva su imagen de cambio; lo asechan su pasado, sus colaboradores y su partido.

Locho aparece de manera intermitente con discursos desafiantes e introduce la polémica en los diálogos, los votos posibles de Locho no se arraigan en redes identificables junto a la nula estructura de su partido.

Zepeda acarrea una inercia de estructura y posicionamiento partidario que le alcanzan para mantener presencia pública, y con su imagen y propuestas logra distinguirse.

El General Gallardo dispone de una base de militantes y una imagen que le sirven para estar permanentemente en la posibilidad de salvar una votación que le asegure el registro al partido.

La pregunta es ¿qué sentido tiene realizar descripciones y análisis sobre un conjunto de candidatos que están lejos de disputar las preferencias electorales necesarias para representar una posibilidad de cambio político?

Pensando en ganar o perder una elección, la respuesta es que no tiene ningún sentido. Pero las elecciones no solo son ganar la carrera por un puesto, también son un medidor de contiendas políticas más amplias.

En otras palabras, lo que queremos decir es que Leoncio Morán, Martha Zepeda y Francisco Gallardo, representarían la posibilidad de construir -en el marco de los partidos políticos existentes -, una fuerza política que produzca oposiciones y alternativas al modelo de desarrollo socioeconómico y político actual.

Como estadísticamente no tienen posibilidades de meterse a la contienda electoral, la disputa política se desplaza hacia otros espacios como sus partidos políticos y sus respectivos cuadros, así como las distintas candidaturas a diputaciones locales y presidencias municipales.

Pero aquí hay un problema, y es que nuestro sistema político parece que obliga a concentrar fuerzas en el gobierno estatal, y casi todo lo que hacen los grupos políticos es apuntando a ese espacio de poder, y entonces todos los partidos, pese a entender la importancia de la diversidad, tienen como inicio y fin de su operación a la candidatura para ocupar el poder Ejecutivo.

El terreno de los partidos es escabroso por la complejidad de movimientos de sus cuadros y actores. Si nos situamos previo al inicio de la contienda electoral recordaremos que el PRD sufrió un quiebre, el PAN una desbandada y el PRI una recomposición de relaciones de fuerza. A la par de estos cambios apareció la figura de Locho en Movimiento Ciudadano y Morena se metió a la contienda con fragmentos de movimientos sociales, el agrupamiento de ciertas personalidades progresistas en el estado y algunos candidatos carismáticos (por ejemplo, el “Hombre Barrio” en Tecomán).

Pero parece que a través de sus distintas candidaturas ninguno de estos partidos ha logrado dar contundencia los principales conflictos que han provocado sismos en el sistema político colimense; las finanzas del sindicato de la UdeC, las finanzas de los sindicatos gubernamentales, el impacto del modelo de desarrollo sobre el campo o las disputas en Zacualpan.

Tampoco han logrado conectar con temas muy sensibles para la población como la degradación del medio ambiente, el autoritarismo policial o la pérdida de calidad de vida.

No es que no existan posicionamientos y propuestas en estos temas, pero no logran la contundencia necesaria para presentarse como una opción de proyecto de gobierno que convoque. ¿En qué sustentamos esta afirmación? En la estadística electoral.

El reverso de esto es que hay una ciudadanía consciente y crítica, en algunos casos organizada. En medio de las campañas electorales hay agrupaciones civiles, económicas y culturales que siguen realizando sus tareas cotidianas, e incluso se mantienen acciones de protesta en las calles y descontento en las sobrevaloradas redes sociales.

Aun así no hay fuerza social que le marque la agenda a los candidatos, aunque hay fuerzas dispersas haciendo intervenciones que cambian la cultura política, que transforman condiciones de vida o que buscan realizar proyectos de cambio sociopolítico de largo aliento. También hay “ciudadanos” que en calidad individual buscan modificar sus responsabilidades o se dedican a denunciar y agitar en círculos sociales como vecinos, la oficina, la escuela o el Facebook.

¿Qué significa la contienda electoral para esta diversidad de ciudadanos?

Una campaña de 2 o 3 meses no alcanza para buscar respuestas a esta pregunta y traducirla en un iniciativas y propuestas que convoquen a la acción o al voto. Entonces habrá que aceptar que en las condiciones actuales, una polarización política difícilmente se expresará en los candidatos a Gobernador de M.C., PRD o Morena, y mucho menos de los otros.

Son estas las condiciones que refuerzan la fragmentación del voto y habilitan la opción del abstencionismo o el voto nulo. Quizá también esto orille a la resignación y pensar a Preciado como una opción viable dentro del pensamiento que dicta que “de lo que se trata es de sacar al PRI”.

Bien, parece que nos metimos en un laberinto que confirma la imposibilidad del cambio político en el marco de las opciones actuales, pero lo que hicimos no fue sino descifrar cómo se constituye ese laberinto para la ciudadanía en el marco de las elecciones a Gobernador.

En las siguientes notas habrá que preguntarse en qué medida la diversidad de candidatos y posiciones en juego ofrecen salidas a este laberinto.