Después del 2018, ¿hay cambio?

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El mapa político de Colima ya no se puede entender bajo la brújula PRI-PAN. Después de la elección del 2018, los dos partidos que protagonizaron la competencia local durante veinte años se convirtieron en minoría gobernante; Morena ganó la mayoría de cargos en competencia, Movimiento Ciudadano se consolidó como alternativa electoral, mientras el PT y el PVEM mostraron gran capacidad de adaptación y supervivencia. El sistema político se pluralizó.


Cambiaron los colores, pero muchos nombres son conocidos. El PAN fue el partido que más votos perdió, pero varios de sus liderazgos y simpatizantes se realinearon en las candidaturas de MC. El PRI fue debilitado en las urnas, pero junto al PVEM, retuvo la mayoría de los votos en casi la mitad de las secciones electorales. Morena, en alianza con el PT, ganó la mayoría de puestos de elección popular, aunque de la mano de viejos operadores de la política local, así como nuevos cuadros o actores hasta entonces desconocidos. 

En esta realineación de fuerzas hay un enigma: cómo cambia el voto de la gente. Detrás de la decisión electoral hay lealtades, simpatías, intereses individuales, coerción, ideas de un bien común o intercambio de bienes. Dada la magnitud del reacomodo de fuerzas, podemos asumir que en el 2018 la expresión de un deseo de cambio fue clave, y entonces cabe preguntar si todo lo que pasó ha derivado en un cambio en la forma de gobernar, además de qué tanto se han transformado las estructuras de poder.

Preguntas complicadas. No sabemos cómo evalúa la población de los municipios a sus gobernantes ni el trabajo de los diputados. Al menos en los medios de comunicación, no parece haber un Ayuntamiento que luzca por eficiente. En el Congreso, el bloque de Morena ha impulsado temas difíciles de imaginar bajo otras mayorías, como el cambio de la identidad de género o la universalización del descuento en transporte público para estudiantes, aunque poco sabemos de su impacto en tierra. Hasta el momento no parece haber una alteración de las estructuras normativas y procedimentales que han favorecido la acumulación de poder de las élites locales, pero es claro que les está costando más trabajo defender sus cotos de control político.

Carecemos de instrumentos para conocer la satisfacción de la ciudadanía, pero sabemos que el ejecutivo estatal no sale bien parado. Según el ranking de Mitofsky, apenas un 24% de la ciudadanía aprueba la gestión de Ignacio Peralta. Hay una decepción enorme en dónde cultivar nuevas simpatías, aunque habrá que ver si en los municipios hay tablas para demostrar que otras opciones pueden ser más eficientes para satisfacer las expectativas de la población. Por su parte, los legisladores tendrán que traducir su trabajo en beneficios concretos para gran parte de la ciudadanía y mostrar que como oposición han servido de contrapeso. Todo ello vale para los que tengan aspiraciones en el siguiente proceso electoral.

Más allá de los análisis, qué tanto cambió y que no depende de la capacidad de los actores políticos por imponer un relato, y hasta el momento no parece existir una narrativa dominante. El PRI y el PAN se esfuerzan por mostrar que Morena es lo mismo, pero una gran parte de la ciudadanía, en línea con el clima nacional, se mantiene confiada. Locho está bien evaluado como alcalde, pero no se ha convertido en un modelo de gobierno exportable a todo el estado, sobre todo porque parece tener poco que ver con el otro gobierno naranja. En Morena no hay un relato homogéneo, y aunque Indira Vizcaíno se ha consolidado como referente para competir por la gubernatura, no parece contar con muchos aliados para echar mano del ejemplo local.

Si le preguntáramos a la gente qué tanto ha cambiado su barrio, su municipio o el Estado a un año de la elección, estoy seguro que la gran mayoría respondería que no mucho. Lo importante sería saber cuántos están satisfechos con su voto. A los actores políticos (sobre todo a los locales), además de eficiencia, se les exigen diferencias plausibles de mostrar en el corto plazo, como la cercanía o la congruencia. En bloque, ningún partido tiene la capacidad de mostrarse diferente, pero pueden hacerlo a través de algunos de sus protagonistas ¿Qué cambio representan los nombres que pueden relucir?