El desarrollo de los Oxxo

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Cuando arrancó el gobierno de Nacho casi todos los secretarios hicieron pasarela en los medios de comunicación para presentar sus intenciones. En aquel entonces el titular de la Secretaría de Fomento Económico, Carlos Domínguez, dijo que aspiraba a convertir a Colima en la pequeña suiza de México. La analogía era simple: tenemos un territorio limitado y podemos alcanzar altos niveles de desarrollo.

Las distancias entre Colima y Suiza son abismales, empezando porque en nuestro pequeño estado la gente aún muere por picaduras de insectos. En este pequeño estado, los altos mandos de la política económica dicen que los Oxxo detonan la economía local, generan riqueza y empleos.

Sea por ingenuidad o pretensión, aspirar a un modelo como el suizo es válido. Todos queremos vivir bien y probablemente en Colima haya condiciones únicas para alcanzar niveles de bienestar que incluyan a todos, lo que empieza por calles ordenadas y alumbradas, transporte público eficiente y rígidas normas ambientales ¿Los Oxxo pueden dejarnos todo eso?

El modelo de desarrollo colimense es triste y desesperante. Triste porque es el mismo discurso de hace treinta años con el que se detonó una urbanización desordenada y se generaron abismos de desigualdad, es el mismo discurso con el que se ha minado la calidad ambiental del pequeño paraíso del occidente, es el mismo discurso con el que ahora los más desempleados son los que tienen más estudios.

Nuestro modelo de desarrollo es desesperante porque estamos llenos de profesionistas que tienen talento y soluciones, porque pululan colectivos de jóvenes que saben exactamente lo que se necesita en determinadas áreas de política pública, porque en las comunidades rurales y en la ciudad hay conocimientos populares y técnicas artesanales que podrían ser utilizadas para privilegiar estrategias de desarrollo orientadas a los pobladores y no a los Oxxo.

Colima está lejos de ser Suiza y no es por el clima, los recursos públicos o la educación de las personas. En Suiza se consultan montón de decisiones de gobierno con los ciudadanos, los partidos y los gobernantes están obligados a rendir cuentas sobre lo que piensan hacer y las instituciones aseguran que todos participen en procesos de información objetiva y deliberación vinculante.

La lógica es bien sencilla, cuando se incorporan más voces no sólo se toman las mejores decisiones sino que la gran mayoría de ciudadanos pueden quedar satisfechos. Acá los gobernantes piensan que la gente no coopera, que la protesta es diversión y la corrupción es cultura. Por eso nada cambia ni con tecnocracia del ITAM.