Sabina

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En Sandia la conocí. Cuando llegamos al pueblo, fue a recibirnos con su hija, que es trabajadora social. Sabina es una mujer madura, inteligente e instruida. Sabe Quechua y Español. Lee muy bien. Es esposa de un profesor. Todos los días se levanta a las tres de la mañana y se va a trabajar a su labor o chacra, como le dicen aquí.

En la chacra, Sabina tiene acelgas, granadillas, paltas, papas, coles, choclo, zanahorias, papayas. Sabina quita malas hierbas, acomoda los surcos, quita hojas secas, recoge lo sembrado. Después, se va a la cocina y prepara el desayuno. Regularmente, cocina para ella y su esposo.

Los hijos ya no están. Son tres hijas y dos hijos que viven en diversas partes del Perú. Para todos hubo escuela. Todos son universitarios. El más joven estudia todavía. Sabina está orgullosa de eso. Sus hijos e hijas estudiaron en la universidad. Ella no tuvo esa oportunidad. Se casó muy joven y se dedicó a cuidarlos a todos.

Después del desayuno, abre la tienda que está al frente de su casa, un rato y después se va con su fruta a Sandia o más lejos, a vender lo cosechado.

Viaja en vehículos tipo van, de un pueblo a otro, de esos que están enclavados en la selva peruana. A veces, cuando el chofer lo permite, le da su usb con sus canciones favoritas para escucharlas en el camino, sinuoso y escarpado que une los pueblos de la selva.

Ser la esposa del profesor da prestigio y Sabina lo sabe. Pero ella misma tiene respeto ganado por su trabajo y su inteligencia. No todas las mujeres de la selva leen mapas, hablan dos idiomas y usan los celulares a la perfección. Sabina es distinta. Le gusta su tierra, pero reconoce que es duro vivir aquí y sacarle a la chacra lo que necesitan no es fácil. Sabe que la selva es pródiga, pero tiene sus secretos y hay que aprenderlos. Ella los sabe, por eso su chachra es saludable.

No cultiva un solo tipo de producto. En su espacio, Sabina tiene incluso especias diversas con las que cocina y con las que cura enfermedades diversas. A mi me hizo un té de muña, para el dolor de panza. A mi amiga, algo para el resfrío. Solo fue detrás de la cocina y de ahí trajo las hierbas. No las coció. Solo puso las ramitas en el agua caliente. Yo me sentí mejor inmediatamente.

El conocimiento milenario del uso de las plantas se refleja en actos tan simples como ese. Ha aprendido que pachamama da todo lo que se necesita. Siempre da su pago a la tierra cuando bebe gaseosa. Las losas de piedra laja con las que está cubierto el patio interior de su casa se pintan de oscuro cuando arroja la bebida en el piso. Luego se queda viendo un momento el dibujo que hace el liquido en las piedras.

Esta vez sonrió satisfecha después de la inspección. “Todo está bien”, dice. “Esto es como un árbol y al final se ve que florece “¿Te das cuenta?” me dice. Miro el dibujo en las losas mojadas y veo lo que ella ve. Parece un árbol con flores en sus ramas. “Todo va a estar bien”, dice y sonríe, mientras se sirve mas gaseosa en el vaso y continua la conversación.

Dos días viví en casa de Sabina.En Chirihuaya. Han sido días de mucho cariño y aprendizaje. Me voy de Sandia agradecida con la vida. Fue bueno conocer a Sabina.