Una historia de vida

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Incorporo hoy a esta entrada del blog un escrito de un amigo reciente, Carlos Enrique Vázquez Moreno, colega en el Instituto de Altos Estudios Nacionales de Quito. A pesar de sus limitaciones físicas, Carlos se ha labrado una brillante trayectoria profesional, y prepara un libro que sirva, en palabras suyas-, “para los niños con discapacidad, no como ejemplo, sino como un testimonio de lucha, triunfos y fracasos de una persona, que como ellos, enfrenta problemas por ser diferente”.

Cedo la pluma a Carlos:

El Diagnóstico

Mi problema físico tiene que ver con una lesión causada en los centros psicomotores del cerebro,[1] durante el parto, debido a cierto grado de negligencia del médico.

Se me detectó el problema muy tempranamente debido a que durante el primer mes, no paraba de llorar día y noche. Sin embargo, los diagnósticos médicos no eran correctos y a veces eran contradictorios y aún pecaban de subjetivismo[2]. No obstante, a los diez meses, ya se me diagnosticó correctamente como un paciente con problemas de atetosis. Esto indujo al médico a recomendar que un clima caliente era mucho más beneficioso para mi desarrollo físico. Según mi opinión, no creía que podía darse en mí un desarrollo intelectual mínimo. Esto lo pude comprobar casi 25 años después por la sorpresa que le causó saber que era universitario. Siguiendo esta prescripción y por motivos de trabajo, mi familia se mudó a Esmeraldas.

Infancia

El clima, el mar, la arena, produjeron un gran fortalecimiento de mis músculos y huesos, y los diagnósticos que no podría ni siquiera sentarme, fueron cayendo frente a la realidad.

En Guayaquil en 1963, tuve mi primer encuentro con la rehabilitación con la que realicé enormes progresos en el aspecto físico.

Según relatan mis padres, a los dos años empecé a articular ciertas frases completas en cuanto a su racionalidad aunque incompletas en cuanto a su expresión fonética. Cerca de los cuatro años logré ponerme de pies por mi propia cuenta y comencé a caminar agarrándome de las paredes.

En cuanto a mi desarrollo intelectual, quizá por la especial dedicación de mi padre hacia mí, fue más rápido incluso que lo normal. No sé si sea creíble para la mayoría de las personas, el hecho de que aprendí a leer antes de aprender a escribir y por mi cuenta desde los cinco a seis años. Trataré de explicar el mecanismo que a mi juicio, permitió esto. Mi padre al ver que me divertía muy poco y además me hacía daño con los juegos físicos opto por traer revistas de cómics (Batman, Superman, Tarzán, etc.) para leérmelas. Creo que fui memorizando ciertas palabras y asociándolas con los dibujos, a la vez que preguntando el significado de las palabras desconocidas. Probablemente fui aprendiendo la forma de las letras sin aprender a hacerlas, es decir; en su contenido abstracto.

Posteriormente ingresé en una escuela, pero lamentablemente se murió la maestra a los dos meses. Como no querían recibirme en otras escuelas, bajo una serie de argumentos, mi padre contrató a un profesor particular para que me de clases, después, logró que se hicieran válidos estos estudios, por medio de un examen anual frente a un funcionario de la Dirección de Educación. Así recibí toda la educación primaria.

Adolescencia

Entre los once y doce años tuve una crisis en el aspecto físico que me tuvo en cama, y sin poder caminar por cerca de dos meses. Por esto, y por consejo de un médico amigo estuve unos 8 meses en Quito en rehabilitación en el Hospital Baca Ortiz y luego en el Seguro Social. Esto motivó un abandono parcial de los estudios, por los continuos viajes a Quito.

Fue en la etapa adolescente en donde se manifestó en toda su magnitud el problema psicológico de creerme inferior, diferente, impotente para superar el problema físico, que si bien había tenido ciertas expresiones en la infancia, éstas no se dieron en forma racional, pensada, como ocurrió en la adolescencia.

Quizá esto se deba a que la sobreprotección paterna que es explicable pero no justificable; creó en mí una cortina protectora contra un medio que puede considerarse como hostil (sea por los prejuicios sociales, por la ignorancia; etc.); sin embargo, esta capa protectora se torna insuficiente y hasta se vuelve un freno al desarrollo del individuo con problemas físicos, pues se va creando una relación de dependencia que es muy difícil y dolorosa de romper.[3]

Decía que esta protección se vuelve inoperante porque el medio entra en contacto mucho más directo con el individuo, surgen nuevas inquietudes; esta contradicción que provoca problemas en las personas, que podemos llamar entre comillas “normales”, se agudiza en los jóvenes con problemas físicos, al comprender que están viviendo una realidad diferente de la de sus hermanos (en mi caso por ejemplo), lo que les lleva a interrogarse el por qué de esta diferencia, (por qué su cuerpo funciona distinto, por qué le miran con mofa, desprecio o lástima). Esto significó que dejara de estudiar por cerca de dos años, durante los que estuve autorrecluido en mi casa, con un genio insoportable, aprovechándome en demasía de la protección de mi padre para recibir un trato especial, lleno de privilegios; lo que provocaba continuos roces con mis hermanos y aún entre mis padres. En esta etapa, pienso que la actitud de mi familia toda, pese a los problemas que le daba, fue fundamental para superar en parte este problema psicológico, ya sea incentivándome a salir de la casa por mil formas, con su cariño, con su comprensión e incluso con sus regaños.

Italia: fe, desilusión y superación

A los quince años aprovechando su amistad con los misioneros Combonianos, mi padre, logra enviarme a Italia, al Instituto “Piccolo Rifugio”. Esto significó para mí, una esperanza, una puerta que se abría, algo dinamizador; sin embargo, lo que pensaba que era una posibilidad de curación, se convirtió en una profunda desilusión cuando constaté que el instituto no era más que un asilo para niños y jóvenes con problemas físicos y mentales, que lo único que podía brindarme en el aspecto físico era igual terapia física que la que tenía en Quito. Por otra parte, el alejamiento de mi familia, provocó un choque emocional muy fuerte y doloroso, pero me ayudó a madurar, a romper esa dependencia y a ir creando una personalidad fuerte, tenaz.

Comprendí que si estaba allí, no podía seguir lamentándome, debía aprovechar de alguna forma esta nueva experiencia y creí que el campo más propicio era el intelectual, el cultural.

Aún en este campo se presentaron obstáculos iniciales, pues, el poco conocimiento de los europeos sobre la realidad latinoamericana, hizo que la evaluación del psicólogo del instituto sobre mi capacidad intelectual, resultara errada. Esta evaluación estuvo basada en ciertos dibujos hechos por mi, a sugerencia del psicólogo; así cuando me señaló que dibujara una casa, la hice, pero en la ladera de una colina, cosa por demás común en el Ecuador y en Esmeraldas. Esto motivó que se me califique con cierto retraso mental y se me ubique en un nivel de quinto grado de escuela.

Pero los profesores, captando mi verdadera capacidad intelectual, me trasladaron a primer curso y, para no alargar más, hice los tres años del ciclo diversificado en un solo año lectivo y se me designó mejor alumno de la “Scuola Media di Treviso” que contaba con más de 2.000 alumnos. Además, mi examen de italiano, una composición en prosa, se publicó en un diario de la ciudad de Treviso.

Es absolutamente necesario que mencione que el cariño y la estimación brindada por mis compañeras, mis amigos y mis maestros en Italia hizo más fácil y fructífera mi estadía en ese país, así como me impulsó a superarme en forma continua.

Descubrir el amor al pueblo

Al regresar de Italia, sufrí una nueva depresión que, sin embargo, fue superada con la ayuda de un amigo, el cual me indujo a entrar en un colegio nocturno que él dirigía. Cabe indicar que acudí al Colegio Nacional Nocturno “UNE”, no muy a gusto y con bastantes temores, por la sencilla razón de que con excepción de mi fugaz experiencia en mi primer grado, no había estado en un establecimiento educacional “normal”. Pues en Italia, si bien el centro educacional del instituto Piccolo Rifugio dependía de la Scuola Media di Treviso, sus actividades se desarrollaban al interior del instituto, tan es así que solamente para los exámenes del tercer curso, asistí a dicho establecimiento.

Mi entrada al colegio UNE, se topó con ciertas trabas burocráticas por parte del Ministerio de Educación que se negó a revalidar mis estudios en Italia, por lo que tuve que volver a estudiar desde el tercer año. Las dudas sobre mi capacidad intelectual, que volvieron a hacerse presentes incluso en mi amigo (que veía, mi entrada al colegio, más como una terapia psicológica que como una experiencia académica), fueron desapareciendo conforme me iba relacionando con mis compañeros, mis compañeras, que me dieron siempre su solidaridad, su afecto y su amistad; y con los profesores que, en los exámenes, constataban, a pesar de mi pésima letra, no estaba incapacitado en el terreno intelectual.[4]

La experiencia en el colegio UNE, fue así mismo, un primer contacto con el pueblo, con su realidad, con su miseria económica y con su gran riqueza espiritual. Era un pueblo que desconocía y despreciaba por mi educación elitista y mi extracción de clase. Pero este pueblo, que se expresaba en mis compañeros, fue compenetrándose en mí, dándose a conocer en la totalidad de su realidad, me fue enseñando a respetarlo y a amarlo.

En el colegio obtuve varios logros académicos: mejor alumno del tercero a sexto curso, medalla de oro al mejor Bachiller de mi promoción, premios en concursos de poesía, etc. Esto es lo que me dio un considerable prestigio no sólo a nivel de colegio sino también a nivel de la ciudad. Mas lo mejor que pude obtener fue la amistad sincera de mucha gente, profesores, compañeros, etc. que siempre me ayudaron y me impulsaron. Tanto, que la fiesta de mi grado se convirtió en fiesta del colegio. De aquí surge mi fe absoluta e inquebrantable en la humanidad.

La Universidad

En la Universidad, ya en Cuenca, el proceso fue más, si le podemos llamar así, normal, pues mi experiencia en el colegio me permitió madurar muchísimo, superar ese complejo de inferioridad. Sólo tuve problemas el primer año, donde por una parte, la carrera de Economía, no era la que había escogido, pero resulta que Biología, mi fascinación, no existía en la universidad de Cuenca sino en Quito, mas, en esa ciudad no tenía donde vivir porque no tenía familia. Entonces, le pedí a mi hermana que ya residía en Cuenca, que me matricule en Economía, resultado de una selección al azar. Con el tiempo terminé agradeciendo este resultado.

Por otra parte, la vida de Cuenca me parecía triste, aburrida frente al espíritu alegre de Esmeraldas, lo que quizás se debía a que no tenía otros incentivos más que los estudios, al principio de mi estadía en esa ciudad. Creo que ambos problemas fueron superándose en la práctica, conforme se ha ido modificando mi existencia, transformándose y ampliándose mis intereses.

Pienso que hubo tres factores fundamentales en lo que considero mi éxito como persona en el plano académico: el primero es la amistad de mis compañeros y el apoyo total, activo de mi familia. El segundo, mi rebeldía y voluntad de no dejarme vencer frente cualquier factor adverso. Tercero, la militancia política que me dio una fuerte disciplina y me provocó una seguridad en todos mis actos que nunca había tenido antes. La lucha por el pueblo, por un sistema justo, me hizo más fuerte, emocionalmente estable, reafirmando mi voluntad de lucha y mi total fe en el ser humano.

En lo académico mi éxito se expresa en haber logrado el título de Economista con excelentes calificaciones; en lo humano se explica en el hecho de haber logrado un poco de reconocimiento en mi trabajo. Reconocimiento que se expresa en haber sido recomendado por el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Cuenca para estudiar la maestría en Economía que ofrecía la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Ecuador en la ciudad de Quito.

Un Nuevo Reto

Este testimonio estaría incompleto sin la vivencia de la Maestría, pues, si bien en la experiencia en Italia, rompí algunos lazos de dependencia con mi familia, dadas las características del “Piccolo Rifugio”, nunca tuve que preocuparme por los quehaceres domésticos como mantener limpio y en orden un departamento, lavar y planchar mi ropa, preparar algunas comidas o entrar a una tienda a comprar los alimentos y artículos necesarios para mantener un hogar[5]. En Quito tuve que aprender a hacer todo esto, solo y sin descuidar mis labores académicas en FLACSO ni mi fisioterapia. Por tanto, aprendí a optimizar mi tiempo, en esto me ayudó mucho la experiencia de mis primeros meses de trabajo en el IDIS en Cuenca, cuando aun no egresaba de la facultad de Economía y vivía una intensa militancia política, lo que me obligó a mantener un rígido y disciplinado horario de trabajo.

Aunque parezca paradójico, dada mi formación académica, lo mas difícil de todo, resultó el manejo de mi presupuesto, puesto que, era la primera vez en mi vida que debía sobrevivir con una cantidad fija de dinero, lo que significaba cambiar todos mis hábitos de consumo, esto es, mientras en Cuenca destinaba mi sueldo a comprarme ropa o a diversiones, en Quito debía tener un fondo para el arriendo, un fondo para la comida, y así sucesivamente para cada una de las cosas que comprende lo cotidiano.

Nuevamente hube de enfrentar al fantasma de la duda sobre mi capacidad intelectual, duda que, igual que antes, sucumbió gracias a una práctica de humildad y estudio que dio excelentes resultados, tanto en el terreno académico, cuanto en lo humano, donde coseché muchas amistades.

Sin embargo, no faltaron los problemas. Efectivamente, estuve a punto de abandonar la maestría por un problema emocional que me hizo perder la concentración y el interés en los estudios. La amistad y el apoyo de mis amigos, así como la comprensión del coordinador de la maestría, me permitieron avanzar y culminar con éxito el postgrado. El signo ambivalente de esta experiencia emocional se expresa en haber sido el período más intenso y prolífico que he vivido en cuanto a la creación tanto en el terreno literario, donde en menos de un año produje más de lo que había escrito en los tres años anteriores; cuanto en el campo de la pintura, donde ocurrió algo parecido[6].

La Maestría en Economía, me permitió avanzar hacia la consecución de uno de mis sueños: estudiar un doctorado. Este es el próximo reto.

Espero que este testimonio sirva para que los niños, jóvenes y adultos con problemas físicos lo tomen, no como un ejemplo ni mucho menos, sino como lo que es, la experiencia de una persona que, como ellos, tuvo y seguirá teniéndolos, mil problemas, pero que con la ayuda de los demás y con fuerte voluntad de lucha he tratado de superarlos, en unos casos, lo he logrado; en otros, no. Pero la lucha sigue.

Experiencia de Trabajo y de Vida en el Banco del Estado

Cuando se empieza a hablar de su lugar de trabajo, especialmente si se trata de una entidad como el Banco del Estado, generalmente la gente piensa en éste como un sitio donde la persona está siempre entre documentos importantes, cálculos económicos, proyectos a ejecutarse y graves e importantes problemas del desarrollo nacional a resolverse. Esto es cierto. Pero tal vez muy pocas personas, reflexionen sobre el hecho que, es en el lugar de trabajo, donde los seres humanos pasan la mayor parte del tiempo de su vida. Es, en esta perspectiva que voy a tratar sobre mi última experiencia de trabajo.

Dada la conocida crisis universitaria, no fue posible mi reintegración a mi antiguo puesto de trabajo en la Universidad de Cuenca, luego de haber estudiado la Maestría en Economía en FLACSO. Como en Cuenca no tuve mayor suerte, decidí buscar oportunidades de trabajo en Quito. Esta ciudad posee un mercado de trabajo muy competitivo a todo nivel, es por tanto difícil para cualquier profesional encontrar empleo. Es por demás obvio que para una persona, con lo que se conoce como discapacidad, le sea mucho más complicada esta tarea. La formación y la tenacidad adquiridas me permitieron soportar meses duros entre trabajos ocasionales y el desempleo. Sin embargo, nunca faltaron los amigos que me dieron su apoyo y su ayuda. Fue precisamente uno de estos amigos, el que presentó mi carpeta en el Banco del Estado.

De hecho, las dudas y temores sobre si, pese a mi preparación académico – profesional, podría desarrollar mi trabajo con eficiencia, no me sorprendieron. No eran nada nuevo para mí. Es mas, poniéndome a analizar objetivamente las cosas, es lógico que las personas que no me conocen duden que un hombre que se mueve con una aparentemente grande impedimento, que posee fuertes dificultades en su comunicación verbal, pudiese desarrollar un trabajo como el que realizaba en el Banco, que era la asesoría en el seguimiento y evaluación de proyectos de inversión pública, donde se debía trabajar a diario, a más que con los compañeros de oficina, con consultores privados que poseen las más variadas formaciones profesionales o realizar trabajo de campo en las diferentes localidades del país, laborando, por lo general, con gente muy joven.

Cuando ingresé al Banco, sentí estas dudas a flor de piel, tanto en mis compañeros como en los directivos. Siendo perspicaz, podría atreverme a decir que esto se reflejó en mi primer contrato, el cual a pesar de ser conveniente en lo económico no aseguraba ninguna estabilidad laboral dada su corta duración (seis meses). Es justo indicar que la presentación de mi experiencia y conocimientos por parte de mi amigo, el Econ. Joaquín Paguay, ex-compañero en FLACSO, fue indispensable en el proceso de aceptación en el Banco.

La vida me ha hecho acostumbrarme a este tipo de dudas y también a encontrar el camino para superarlas. La estrategia a seguir fue muy simple: al mismo tiempo que demostraba mi calidad profesional me fui relacionando e integrando al grupo de trabajo.

En cuanto a lo profesional no tuve mayores problemas ya que, pese a que toda mi formación académica estaba orientada a la investigación científica, luego de la Maestría trabajé como consultor privado en proyectos de inversión pública lo que me permitió adquirir experiencia y conocimientos en las metodologías y paquetes informáticos usados por el Banco. Esto fue disipando las dudas y granjeándome el respeto en el grupo de trabajo.

Luego de mi paso por el área de proyectos, cumplí funciones dentro de la Gerencia Financiera, en el área de Presupuesto y planificación financiera. Llegué a esta área sin muchos conocimientos ni experiencia, pues como ya se indicó, mi formación académica no era de orientación empresarial, sino mas bien tendiente a lo macro. Con esfuerzo, paciencia y constancia, fui aprendiendo las prácticas, los manejos y los secretos de esta, para mi, nueva área de desarrollo profesional. Dentro del campo específico del manejo presupuestario se ha logró, con el acertado concurso de mis compañeros, sistematizar mejor la formulación de la Proforma, se desarrolló modelos de flujos de caja y de proyecciones institucionales de largo plazo.

Estuve después en la Unidad de Estudios Económicos y Financieros de fugaz existencia, para pasar luego a la Gerencia de Riesgos, donde me especialicé en Riesgo de Entorno Económico y Político, un poco más afín a mi formación académica.

Mi carácter extrovertido y jovial me facilitó en sumo grado, ganar la amistad de mis compañeros de trabajo y de los directivos del Banco. Por supuesto que no todo fue fácil. Como en cualquier grupo una persona extraña causa sentimientos disímiles, dispares y aún contradictorios y más aún una persona de apariencia tan extraña como el que escribe. Sentí sentimientos de curiosidad, de rechazo a lo desconocido, de pena, de solidaridad, de competitividad, etc. En la inmensa mayoría de los casos estos sentimientos han dado paso a sentimientos más “normales”, si se puede usar el término; de afecto, camaradería y amistad, donde ya no se me trata como alguien especial sino como uno más del grupo.

Mi anhelo al ingresar al Banco fue tener un sitio desde donde, aplicando mis conocimientos y mi experiencia, pudiese aportar de alguna manera a las soluciones a los problemas del desarrollo nacional y a la satisfacción de las necesidades urgentes de nuestro pueblo. Obviamente, como cualquier otro ser humano, también me movía la necesidad de un ingreso estable que garantice un vida digna.

Pienso que he aprendido mucho en este trabajo, tanto en lo profesional cuanto en lo humano. En lo profesional, la práctica ha roto algunas concepciones erradas sobre la realidad nacional, pero al mismo tiempo ha confirmado y afirmado mis principios. Además se ha cumplido con eficiencia y seriedad el trabajo asignado. Esto, para mi, es motivo de sano orgullo.

En lo humano, además de encontrar nuevos amigos en mis compañeros de trabajo y en otras personas a lo largo de todo el País, el sentir de cerca las necesidades urgentes de nuestro pueblo, pero también su solidaridad, su fuerza creadora y su fe en el futuro, han afirmado mi voluntad de servirlo y mi fe en el ser humano.

Pienso que las personas e instituciones deberían tener mayor fe en las capacidades y conocimientos de las personas con cualquier nivel de discapacidad. Creo que si una persona discapacitada presenta su curriculum con los debidos sustentos, no se debe dudar de la capacidad y la calidad profesional de esta persona, únicamente por el hecho de ser diferente.

La capacidad de comunicarse con una persona discapacitada, sobre todo si ésta tiene problemas de lenguaje, depende mucho de la actitud asumida por las personas sin discapacidad. Si éstas, a priori, se convencen de la imposibilidad de entablar una comunicación, seguramente ésta no se dará. Por el contrario, si las personas sin discapacidad, aceptan, de entrada, la posibilidad de comunicación, aún comprendiendo los problemas y dificultades que ésta encierra, la comunicación se realizará, siendo más o menos fluida dependiendo del grado de seguridad que adquiera la persona discapacitada frente a sus interlocutores.

El cambio hacia una actitud positiva en el terreno de la comunicación es una de las formas de facilitar la convivencia con las personas con discapacidad ya que esto hace más asequible su integración a la sociedad y vencer el terrible sentimiento de aislamiento.

Por supuesto, que esto no significa que una persona, por poseer una discapacidad, debe sentirse en el derecho de que se le facilite todo. Para una persona con discapacidad es un deber competir por un “lugar en el mundo”, y si es posible debe destacarse más que el promedio “normal”.

Triunfos, problemas y vivencias

He encontrado una compañera estable en mi vida, se llama Edith, es tecnóloga médica y ha trabajado muchos años con personas con discapacidad. El trabajar con y para las personas con discapacidad, es, para ella, una verdadera vocación. Hemos formado una familia bastante original. Hemos vivido épocas muy duras en los años que estamos juntos debido a un problema de salud sumamente serio que sufrió mi esposa; pero también hemos hecho cosas bastante originales en el trabajo en favor de los derechos de las personas con discapacidad.

Organizamos, en 1998, la Caminata de la Valentía, una caminata desde Quito a Cuenca, es decir cruzando todo el callejón andino de mi país, 575 kms., en 32 días. Caminé todo el trayecto sin hacer trampa y desde el tercer día con una terrible tendinitis en mi pierna derecha que hacía mas difícil y doloroso el movimiento. Los militares que nos escoltaban me pedían terminar la caminata, pero yo no desmayé por más que el dolor era casi insoportable. Fue una experiencia sumamente especial porque en cada pueblo o ciudad que llegaba nos daban un excelente recibimiento y la gente, en general, no solo las personas con discapacidad se motivaban al máximo y tomaba conciencia que las discapacidad no significa incapacidad.

Esto se convirtió en noticia nacional y aparecimos en todos los canales de televisión y en los diarios de provincia y aquellos de tiraje nacional. Bueno, el recibimiento en Cuenca, mi ciudad natal, fue extraordinario, prácticamente 11 cuadras ocupaba la manifestación que me seguía, todas las escuelas e institutos para gente especial estuvieron presentes. Gente de toda condición se unió a la marcha. Entonces, yo aproveché y di un discurso en pro de los derechos humanos, de la diversidad y contra la corrupción. Yo nunca había hablado en público, por mi problema de fonética, pero en esa ocasión hablé con tal convencimiento y firmeza que todo el mundo me entendió y se emocionó hasta las lágrimas.

Quedé muy mal parado económicamente, porque no hubo el apoyo esperado pero creo que contribuí a crear una nueva conciencia sobre las personas con discapacidad en este país.

No contentos con esto, el año pasado, el par de locos que somos mi esposa y yo, nos pidieron que camináramos por los derechos de un pueblo llamado Muisne en la costa del Pacífico, pueblo que está con una pobreza extrema y en medio de una brutal corrupción. Y lo hicimos. Esta vez no tuvimos ni siquiera el apoyo de la policía para la escolta pero nos acompañó un grupo de jóvenes y niños. Logramos llegar a Esmeraldas, la capital de provincia y hacer público un manifiesto contra la corrupción.

Objetivos, Sueños y Esperanzas.

Si bien la Economía es mi campo profesional y mi instrumento de sustento, mi vivencia, mi herencia y mi formación cultural, hacen que mi verdadera pasión sea el arte y muy especialmente la poesía y la pintura. Casi siempre estoy escribiendo, si no es poesía son ensayos, artículos o simplemente ideas. Si encuentro el tiempo y la inspiración para pintar, es como si me transportara a otro mundo.

En este sentido, mis sueños se orientan a encontrar ayuda para publicar mis poesías y buscar el apoyo para escribir un libro de mi vida que sirva, para los niños con discapacidad, no como ejemplo, sino como un testimonio de lucha, triunfos y fracasos de una persona, que como ellos, enfrenta problemas por ser diferente. Esto exige dedicación, seriedad, recursos y tiempo, cosas difíciles de dar si no se tiene seguridad y estabilidad económica.

[1] Específicamente en aquellos que gobiernan la coordinación de los movimientos de locomoción y prensión. Esto pudo deberse a una falta de oxígeno en el cerebro por demora en el parto o a presiones y/o tensiones excesivas efectuadas, durante el parto, sobre la zona cerebral que controla dichas funciones. En todo caso, no se afectaron funciones superiores ni sensitivas.

[2] Uno de ellos señalaba, por ejemplo, que el niño es demasiado mimado y caprichoso, por eso llora, lo que necesita es una buena nalgada y ya.

[3] Que esto no se tome de ninguna manera como un sentimiento de resentimiento hacia mis padres, a quienes amo entrañablemente y agradezco infinitamente todo lo que han realizado por mí. De lo que se trata es de alertar a los padres de niños con problemas, para que no traten de que sus hijos vivan en burbujas de cristal con lechos de algodón, ya que el mundo, la realidad que ellos tratan de alejar de la vida de “sus” niños, por considerarla hostil y cruel, tarde o temprano tendrá que ser enfrentada por estos pequeños. Y claro, es hostil y despiadada, pero también es sensaciones, sentimientos, ilusiones, amor; en suma un maravilloso conjunto de emociones con signo ambivalente que a ningún ser humano debe negársele conocer.

[4] Merece mencionarse el caso de mi amigo, el rector del colegio, que aún viendo mis calificaciones, pensaba que no reflejaban la verdad; él creía que los profesores eran demasiado benevolentes. Cuando le tocó dar clases en mi curso, toda su opinión cambió.

[5] Esto puede sonar absurdo para una persona cualquiera, pero resultará sumamente comprensible para aquellos que, incluso temporalmente, hayan tenido problemas de comunicación.

[6] No he querido incluir en este testimonio mis experiencias emocionales con mujeres, porque pienso que no interesa (aunque tal vez esté pecando de egoísmo) a todas las personas con problemas físico, v.gr. los niños; además de que es algo tan intrínseco e intenso que merece otro tipo de trato y que, en parte, lo recoge mi poesía. He mencionado esta última, por su influencia en mi quehacer académico, cosa que nunca había ocurrido, pero no es mi interés entrar en detalles.

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Licenciado en Filosofía y Letras con especialidad en Historia por la Universidad de Granada; Doctor en Filosofía y Letras, sección de Historia, por la Universidad de Navarra. Ha sido docente en la Universidad Iberoamericana, en la Universidad Veracruzana, en el Instituto Tecnológico Autónomo de México, en la UNAM, en la Universidad Americana de Acapulco, entre otras. Autor de una docena libros como “Pueblos indígenas y el Estado nacional en México en el siglo XIX”; “Presencia de doctrinas constitucionales extranjeras en el primer liberalismo mexicano”; “La formación de un Estado nacional en México”, entre otros.