2 de octubre en carne viva

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2 de octubre no se olvida. Y desde hace unos años, se olvida menos, pues lo vivimos día con día. Al día de hoy, el gobierno se sigue mostrando intolerante contra quienes lo cuestionan, lo critican o le piden cuentas, y no es por justificarlos pero nosotros también solemos ser intolerantes ante quienes cuestionan nuestras ideas y creencias; no cabe duda que el gobierno es el reflejo fiel del pueblo. Las balas de plomo de ayer las han cambiado por balas de salva y gases, igual de crueles pero menos «violentas».

Quien protestaba ayer, son los mismos que protestan hoy, jóvenes, ancianos necios, tercos y algunos que apenas caen en cuenta, amas de casa, trabajadores, obreros, estudiantes, maestros, campesinos y hasta -de manera muy irresponsable por parte de sus padres- niños. Las voces no las callan ni el sonido de las balas, ni los gritos, ni los lamentos, ni los golpes, sólo se entremezclan para hacerlas más fuertes, más duras, más amargas. Ya no hay miedo, es más, nunca hubo miedo. Y si hay miedo, se va cuando la injusticia llega.

A veces pienso que las batallas que he librado con mis entrañables compañeros, y las grandes batallas actuales que sigo en televisión, en radio, en las redes sociales y en los periódicos, no son tan grandes como aquellas de antaño. Después recapacito y caigo en razón de que hoy quizá no tengamos de enemigos a los tiranos dictadores, asesinos y cobardes gobernantes de mediado y pico de siglo XX; hoy tenemos otros enemigos, quizá más poderosos, que no te quitan la vida, te matan en vida.

Hoy nos hacen ver a los que protestan como enemigos de la sociedad, a los granaderos como defensores de los derechos, y a los conductores de noticiarios como héroes de guerra. Sin embargo, en las encuestas, la población desestima la labor de los cuerpos policiacos, los tachan de corruptos, como a los banqueros, tránsitos, políticos, maestros, abogados, deportistas, burócratas, constructores, etcétera… pero los héroes, los héroes siguen siendo los conductores de noticiarios, las actrices y actores de telenovelas, y hasta los comediantes de la tele. Esto sólo me dice una cosa, que todos somos la escoria de la sociedad en diferentes momentos de tiempo natural y/o político, menos ellos, “nuestros héroes”. ¿No será que en realidad si apagamos la tele iríamos apagando poco a poco nuestros problemas?

Hoy no es tan fácil reunir a las masas como antaño, hoy nuestras mentes y cuerpos están llenos de obligaciones, ocupaciones, intereses y entretenimientos que nos alejan de la defensa de nuestra tierra, y de nuestros derechos. Las plazas públicas no se llenan no porque no hay injusticia, no se llenan porque hay tanta injusticia que ni siquiera tenemos tiempo, mente, cuerpo y alma para protestar. Hoy “hay que cuidar la chamba”, hay que cuidarnos de los granaderos, hay que pensar qué vamos a comer hoy y cómo le vamos a hacer para alimentar a los nuestros, hay que pensar en las tareas, los exámenes de mañana, la cuota del narco, la novela, la selección y tanta información hueca que nos llena la cabeza, la cual hace prácticamente imposible distinguir la información valiosa de la que no lo es.

Yo no viví el 2 de octubre, quizá mis actos de rebeldía no fueron tan grandes como los de ellos, y sé que a pesar de que año con año escucho las historias, jamás sabré lo que vivieron en ese cruel momento. Aunque seguramente, ese miedo de no saber de dónde vienen las balas, y esas miles de muertes de inocentes, no son tan distintas a las que hoy causa la absurda guerra contra el narco, ni tan distinto al miedo y la incertidumbre de vivir en este país donde los inocentes también mueren de manera injusta. Por eso digo –guardando sus proporciones- que el 2 de octubre no se olvida, esa matanza la sufrimos día con día.