Brasil, ¿final de un ciclo?

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Se cerraron las perspectivas de crecimiento económico para Brasil; y su exitoso modelo empieza a hacer agua. Si se toma como referente la depreciación del real ante el dólar, no faltan señales para que inversores y empresas empiecen a desconfiar de un mercado que puede verse muy negativamente afectado por la más que probable hemorragia de divisas. La pérdida de valor del real respecto al dólar afecta, además, a la gasolina importada que financia el Gobierno de Brasil como una de las medidas para contener la inflación.

Parecidas son las conclusiones que se extraen con sólo observar la evolución de los precios, o la revisión a la baja que ha hecho el Ejecutivo brasileño de las previsiones de crecimiento del Producto Interior Bruto para este año: un 2,5% en el mejor de los casos, según estimaciones del Gobierno, muy superior al 1% a que se abona la mayoría de los analistas.

¿Qué ha ocurrido para que se produzca ese deterioro tan abrupto de la gran potencia emergente entronizada como tal hace apenas una docena de años y abundante en materias primas que exporta a los mercados de todo el mundo? ¿Qué ha precipitado el ocaso de una clase media, que se ha extendido a un ritmo acelerado y que contribuyó al auge de la economía nacional con sus hábitos consumistas alentados por una disponibilidad crediticia sin precedentes?

El tejido social brasileño continúa marcado por abismales desigualdades, y su economía se resiente de la falta de infraestructuras adecuadas. La corrupción y la arrogancia de los políticos, que ya protagonizaron penosos escándalos con Lula da Silva en la Presidencia, no cesan de propagarse. La propia presidenta Dilma Rousseff ha trastabillado en gestos si se quiere formales, pero muy sensibles ante la opinión pública, como ocurrió en la estentórea e inoportuna exhibición de lujo durante el viaje a Roma con motivo de la inauguración del pontificado del Papa Francisco (http://www.abc.es/sociedad/20130320/abci-socialismo-dilma-rousseff-habitaciones-201303201030.html).

La explotación abusiva de la selva amazónica de parte de compañías multinacionales; los estridentes abusos en materia de medioambiente; la especulación inmobiliaria en las grandes ciudades; una presión fiscal asfixiante que pesa sobre unas clases medias cada vez más atribuladas; la conciencia cada vez más difundida de que el reparto de la riqueza no ha sido equitativo, tampoco contribuyen precisamente a propiciar un remanso de paz a una economía que se resiente de un contexto internacional de crisis.

Si se repara, además, en que sectores muy amplios de la población carecen de los imprescindibles recursos económicos, viven en condiciones indignas, padecen un asfixiante clima de inseguridad, son víctimas de la brutalidad policial, y son excluidos del acceso a una educación y sanidad pública de calidad, no resulta difícil comprender que haya muchos brasileños que pongan en duda la rentabilidad de las costosas inversiones requeridas por la celebración del Campeonato Mundial de Fútbol de 2014, que consideran dispendiosas y critican como simples pantallas publicitarias hacia el exterior, o que salgan a las calles para manifestar su descontento con las políticas gubernamentales, después de las primeras marchas de protesta de junio de 2013 por el aumento de las tarifas de los transportes colectivos.

Las masivas manifestaciones de ese mes fueron, en parte, la respuesta a un sentimiento cada vez más generalizado e interiorizado entre la población, que niega toda confianza a los gestores públicos, unos políticos profesionales que han dejado de representar a la gente común y corriente que comparte sentimientos y necesidades comunes (http://www.cartamaior.com.br/templates/colunaMostrar.cfm?coluna_id=6145).

En último término, las razones profundas del brusco giro hacia el pesimismo de las previsiones económicas de Brasil son tan variadas y tal vez tan contradictorias como los móviles que han inducido las protestas ciudadanas que se han sucedido desde el pasado mes de junio, que no pocos analistas relacionan con maniobras políticas de la llamada “derecha radical” (http://www.ocafezinho.com/2013/06/27/as-vitorias-da-direita-radical/).

 

Otras lecturas recomendadas:

http://democraciapolitica.blogspot.com.br/2013/06/odor-fetido-na-midia-sobre-as.html

http://www.ocafezinho.com/2013/06/30/castells-defende-dilma-rousseff/

http://www.cartamaior.com.br/templates/colunaMostrar.cfm?coluna_id=6181

http://www.diariodocentrodomundo.com.br/onde-estavam-os-negros-nos-protestos/

http://www.ocafezinho.com/2013/06/25/dilma-e-a-revolucao-dos-coxinhas/

http://www.eldeber.com.bo/el-plebiscito-no-sera-suficiente-para-resolver-la-crisis-en-brasil/130706204433

http://www.ieco.clarin.com/economia/Brasil-problemas-atraviesa-modelo_0_947305538.html

http://www.ocafezinho.com/2013/07/25/wanderley-preve-o-futuro-dos-coxinhas/#comments

 

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Licenciado en Filosofía y Letras con especialidad en Historia por la Universidad de Granada; Doctor en Filosofía y Letras, sección de Historia, por la Universidad de Navarra. Ha sido docente en la Universidad Iberoamericana, en la Universidad Veracruzana, en el Instituto Tecnológico Autónomo de México, en la UNAM, en la Universidad Americana de Acapulco, entre otras. Autor de una docena libros como “Pueblos indígenas y el Estado nacional en México en el siglo XIX”; “Presencia de doctrinas constitucionales extranjeras en el primer liberalismo mexicano”; “La formación de un Estado nacional en México”, entre otros.