El delicado arte del autoengaño

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Colima, el estado donde nunca pasa nada, el estado que es identificado en imágenes virales de internet como signos de interrogación. Colima un pequeño reinado que parece manejarse aparte del resto del país, aquí donde las noticias no llegan y las propias se inventan, donde los estudiantes son obedientes y las autoridades santificadas. Colima, el pequeño que siempre quiere ser pequeño, que quiere vivir dormido, que quiere seguir soñando. Colima, donde importa más la feria que la desigualdad social, donde nadie se queja y todo está bien.

Mientras la gente se encuentra muy entretenida en la feria, a lo largo del último par de semana han sucedido cosas que en cualquier otra sociedad mexicana serían indignantes, pero aquí, no pasa nada. La desaparición de tres jóvenes, una mujer y dos hombres, el incremento de la tarifa de taxis, el incremento de la tarifa de transporte público y el secuestro del activista Celedonio Monroy, entre otras. Verdaderamente es indignante, no sólo el hecho de que sucedan este tipo de cosas, sino la pasividad social colimense.

La sociedad colimense sigue tolerando y aceptando cuanto abuso llegue de parte de la autoridad, empresarios y servicios públicos, además de los abuso de malandrines. Será que la sociedad colimense tiene miedo o vivirá engañada. Y vaya que vivir en el autoengaño es bien difícil, como la inmunidad subjetiva de vivir a unos kilómetros de uno de los volcanes más activos del mundo y creer que nunca nos pasará nada. Bien se dice que entre más ignorante es uno, más feliz es. Bendita ignorancia. O ¿acaso sabemos de los engaños y preferimos quedarnos callados? Sólo cada uno sabe.

En cuanto la camarilla principal de la Federación de Estudiantes Colimenses vio amenazado su opaco futuro político por parte de los transportistas del estado, se volcaron a la calle, acarreando a cuanto estudiante pudieron para hacer lo que siempre han criticado, una protesta. Faltaba menos, si la FEC perdiese el monopolio de descuentos a estudiantes, quedaría en la ruina, pues realmente no existe otro “logro” (pues los transportistas dan el apoyo, no la FEC) de dicha Federación en años. Hace años que la FEC dejó de trabajar para los estudiantes y quien aún crea que esta es servil para los fines estudiantiles, claramente vive en el autoengaño. La única medallita que se colgó Mancilla fue el edificio de Manzanillo que le regalase el exrector Miguel Aguayo por ayudarle en su campaña.

No se engañen compañeros estudiantes, los que llegaron a creer que la FEC iba a cambiar y ayudarían a los estudiantes contra los “endemoniados” transportistas, vivieron un episodio de autoengaño. Las marchas tenían dos simples propósitos, mostrar el “poder” de la FEC y posicionar políticamente a Hector Magaña para una limpia (como se caracterizan en la U de C) transición con Mancilla por la presidencia de la FEC. Apoco se creyeron el cuento de que defendían los intereses estudiantiles, tan mintieron que al día de hoy el transporte público incrementó su tarifa y la FEC no movió ni un dedo.

Tampoco crean mentiras rebuscadas de que se impidió un incremento de 2 pesos y gracias a la FEC sólo fue de 1, basta con leer la hemeroteca de algunos diarios de circulación estatal para constatar que el incremento manejado por los transportistas siempre fue de 1 peso y no más como miente la FEC. Por eso me pregunto, ¿de verdad queremos seguir engañados? De verdad que hay que ser un pelmazo para seguir en el delicado arte del autoengaño.