¿Desde arriba o desde abajo? AMLO y el CCE

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En momentos como el actual, la ciudadanía necesita, y exige, certezas. Los críticos del gobierno insisten en que el liderazgo de AMLO deja mucho que desear, pero los adeptos del oficialismo dicen que el presidente está asumiendo un papel de transmisión de confianza y serenidad entre gran parte de la población mexicana. Con ganas de arruinarles el debate, lo que habría que recordar que vivimos en un momento de incertidumbre, o sea, no hay certezas que ofrecer.

Pensemos tan solo en las expectativas frustradas que generó el anuncio de un plan de reactivación económica para el país ¿Es posible evitar una crisis económica? No, pero como con el COVID-19, de lo que se trataría es de minimizar sus efectos. Aquí también hay poblaciones de riesgo, diferencias en la intensidad de los efectos, así como diferentes posibilidades de recuperación. A muchas personas ya les pegó, a otros no les ha pegado, mientras otros calculan cuándo llegará el momento del golpe financiero.

Mucho se insiste en que AMLO piensa en los de abajo. El gobierno de Morena ha sido muy claro en su intención de hacer llegar transferencias de recursos directamente a la población, sin intermediarios. En la clásica metáfora espacial, las medidas de López Obrador para mitigar los efectos de la pandemia en la economía nacional están pensados para activarse desde abajo, llegar directamente a la clase trabajadora para de ahí, dinamizar el consumo.

La visión de los empresarios agrupados en el bloque coordinado por el CCE es distinta. Para este grupo, el dinero corre de abajo hacia arriba, es decir, el rescate financiero debería estar dirigido a las empresas porque de estas dependen numerosos trabajadores y sus familias.

El discurso del CCE tiene una virtud: apela a ese tipo de pequeños negocios, casi barriales, que constituyen alrededor del 85% de las empresas generadoras de empleo en México. Yo dudo que si quiera estén en su directorio. El discurso de AMLO también tiene sus puntos positivos, pues está dirigido a un sector compuesto por más de cincuenta millones de mexicanos en edad de trabajar: el empleo informal.

Está claro que ni el gobierno federal ni los empresarios con voz cuentan con medidas para mitigar, de forma universal, la crisis económica en ciernes. En una democracia, es natural encontrarse con visiones del mundo distintas en disputa. Pero debemos asumir que ambas son parciales, que terminarán operando en favor de unos y en detrimento de otros. Así son las instituciones, es un principio básico de su funcionamiento.

Pero antes de pelearnos por cuál visión del mundo nos gusta más, creo que tendríamos que insistir en que estamos en medio de una crisis sin precedentes. Uno de los problemas con el pleito entre los empresarios y AMLO es que blanden la espada con argumentos ampliamente conocidos. Ambos creen que sus medidas funcionarán, pero nada puede asegurar que así sea porque en las crisis no hay certezas.

¿Qué posibilidades tiene el sector productivo de reiniciar operaciones frente a una población sin capacidad o disposición para consumir? ¿Cómo es que sucedería una reactivación económica a nivel macro, a través del reforzamiento de transferencias focalizadas? ¿Cómo asegurar que el rescate financiero de empresas no termine protegiendo las ganancias en detrimento del trabajo? ¿De qué manera se puede garantizar que el dinero se gaste y no se vaya a otras actividades como ahorro o transferencias?

Tenemos que insistir que estamos en una crisis. Lo menos inteligente que podemos hacer es recurrir a soluciones prediseñadas. Una política innovadora o creativa debería surgir por fuera de las épicas de los dos bandos que hoy tienen la capacidad de ser escuchados en la escena nacional.