El derrumbe de AMLO

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En la mayoría de encuestas que se publicaron en semanas recientes, López Obrador registró los niveles de aprobación más bajos desde que tomó protesta como presidente. Para algunos se trata de un desplome de su popularidad, mientras para otros es apenas un raspón en su trayectoria. Pero ambas interpretaciones suenan más a los deseos de quienes las difunden que a un verdadero examen sobre qué está pasando con la aprobación del presidente.

¿Un sesenta y dos por ciento de aprobación es mucho o poco? Depende. Si se compara esta cifra con marzo del 2019, donde AMLO tenía la aprobación de casi el 80% de los ciudadanos, la diferencia parece brutal. Pero si se le compara con enero de este año, la diferencia son aproximadamente siete puntos porcentuales. 

¿Y si lo comparamos con Fox? El ahora empresario promotor de la legalización de la marihuana llegó al poder en medio de un sentimiento popular muy similar al de 2018 y tuvo sus más altos índices de aprobación en febrero del año 2000, perdiendo poco más de veinte puntos un año después. En el mismo periodo, López Obrador registra casi la misma tendencia. 

Estos comparativos son tramposos, pues se trata de los picos más altos y los más bajos en la trayectoria de ambos personajes. Son coyunturas.

¿Por qué parece que de pronto bajaron los índices de simpatía de AMLO? A mi parecer, hay un factor coyuntural y dos de largo plazo que nos pueden ayudar a entender la evolución de la opinión que hoy parece imperar.

Primero, el pico de desaprobación registrado entre enero y febrero parece coincidir con un mal manejo de los cuestionamientos que el presidente enfrentó en las mañaneras, al tratar temas relativos a la violencia contra las mujeres, y en general, sobre ese masivo sentimiento de identificación que hoy se ha instalado con el mote de movimiento feminista. 

El segundo factor se puede rastrear a lo largo del sexenio: la evaluación sobre la seguridad pública. Si uno revisa cuáles eran las principales preocupaciones de la ciudadanía durante la campaña y cuáles son hoy, la corrupción ha cedido su lugar a la inseguridad como problema prioritario. Más allá de las cifras, la percepción pública es que poco o nada ha cambiado en este tema. 

Finalmente, hay un factor de largo plazo y que es casi una norma: el desgaste de gobernar en tiempos de malestar y desconfianza. Ernesto Zedillo parece una excepción a esta regla, pero desde Fox hacia estas fechas, casi todo gobernante se expone al desgaste de su figura en un contexto donde los problemas públicos rebasan cualquier atributo de liderazgo, pero más, cuando las campañas se basan en el voluntarismo. 

Para ponerlo en términos concretos. La encuestadora Buendia&Laredo mide un tipo de apoyo al presidente con la siguiente frase: “antes tenía una MALA opinión de él, pero ahora tengo una buena opinión”. Es bien interesante este indicador, pues habrá que recordar que la abrumadora votación que AMLO obtuvo en el 2018 estuvo compuesta en gran medida, por gente que cambió de opinión para apoyarlo en su cruzada contra el establishment. Pues, bien, este apoyo, que podríamos llamar blando, ha disminuido once puntos entre mayo del 2019 y febrero del 2020. Pero hay que insistir, no es ni algo atípico ni tampoco significa que estas personas se conviertan automáticamente en opositores. 

Entonces ¿descalabro o raspón? La respuesta depende del deseo personal, pero si me apego a mis interpretaciones, creo que en un par de meses la popularidad del presidente puede recomponerse, siempre y cuando no se crucen contingencias imprevisibles como las causadas por el Coronavirus o la caída de los precios del petróleo. Este es un cuarto tema que todavía no ha tocado el sentimiento popular, que curiosamente, parece mantener buenas expectativas de la economía por efecto de las expectativas sobre el presidente.