El SNTE en la mesa de negociación

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El viernes de la semana pasada el SNTE difundió un desplegado en diversos medios nacionales y locales donde, de manera tardía pero alentadora, proponen una serie de modificaciones para perfeccionar la reforma educativa.

En este espacio siempre hemos afirmado que la reforma educativa es de lo mejor que ha impulsado el gobierno de Peña Nieto, puesto que su objetivo es elevar la calidad en la educación pública y le da un carácter de obligatoriedad a ésta. ¿Qué quiere decir esto? Que los ciudadanos pueden exigirle a la autoridad una educación de calidad para sus hijos, ya que es un derecho constitucional.

Sin embargo, como todas las leyes, la reforma educativa no es perfecta y requiere de la mirada crítica del magisterio para mejorar su marco legal y normativo, sobre todo en lo correspondiente –también lo hemos dicho aquí—a la ley general del servicio profesional docente, en particular a lo relacionado con la evaluación a maestras y maestros.

En ese sentido, los mecanismos de evaluación que instrumenta el INEE deben partir del contexto escolar, del hecho educativo que se origina en el aula. Ya lo dijo Eduardo Andere: entre más cercana sea la evaluación al contexto, mejor será la evaluación.

Dos puntos

Los objetivos de la CNTE y el SNTE divergen. Mientras que el primero busca la abrogación de la reforma educativa para recuperar sus privilegios –como heredar o vender plazas docentes; el ejercicio discrecional de recursos públicos, así como el control de decidir quién da clases–, el segundo propone estrategias pedagógicas y alternativas para que los mejores docentes estén ante grupo.

De modificarse la reforma educativa vía el congreso de la unión (que es muy probable), se fortalecerían las instituciones y el régimen democrático de nuestro país. Y aunque hay algunos que le apuestan al fuego y la sangre, afortunadamente son los menos.