La Higuera

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El pueblo es pequeño. Apenas una calle para entrar y salir. Dicen que hay como cien habitantes. Yo creo que hay menos, incluyendo los rusos que son dueños de un hostal. Para llegar hay muchas maneras. Yo fui en autobús a La Paz, desde Puno, luego tomé avión a Santa Cruz, de otra manera, necesitaba un día mas de viaje para llegar hasta allá.

A Santa Cruz llegué en la noche. Aún así, me dí cuenta que es otro Bolivia. Diferente a La Paz. Más cosmopolita y menos frío. Cuentan que una reina de belleza, de esas de los concursos que pasan en televisión, cuando ganó, dijo que estaba ella como ejemplo, para que vieran que no todos en Bolivia eran indios, morenos y bajitos, que ella era de Santa Cruz. Dicen que perdió el título por eso.

Al otro día, llovía suave, sin ruidos, de esa lluvia que casi no moja pero que de tanto caer, termina por mojarte. Llegué al paradero de las minivan -que en esta parte de Bolivia, les dicen flota-, antes de las siete, porque no sabía a que hora se iba el primero.

Mi destino era Valle Grande. Esperé hasta las 7:30 y viajamos cinco pasajeros. Solo yo era mujer. En el camino, como a la hora de viaje, subieron dos personas mas en un pequeño pueblo. El camino fue haciéndose mas estrecho conforme avanzábamos y por efecto de la lluvia, el lodo que cubría la carretera asfaltada, se pegaba a las llantas y dificultaba el camino. Había tramos donde el asfalto había desaparecido y solo había un camino de tierra.

Llegamos a Vallegrande a la una de la tarde. El chofer de la flota me contactó con un amigo que tenía un taxi, para que me llevara. Yo quería subir ese mismo día. El me dijo que era peligroso irme con cualquiera y que asi como estaba, lloviendo, no iban a querer llevarme sino era pagando mucho dinero, mas de lo que el viaje valía.

El amigo aceptó y a la 1:30 pm estábamos subiendo a La Higuera, a pesar de la lluvia y el frío. El chofer llegó con su esposa e hija. Eso me dio tranquilidad. Si el camino era tan malo como decían, el chofer tendría cuidarlo en recorrerlo, ya que llevaba a su familia.

Subieron al taxi dos personas más. Una mujer, Sabina y un hombre, Manuel. Ambos me hablaron lo que sabían de El Che. Ellos eran muy jóvenes cuando lo mataron. Cuentan que hasta sus pueblos, enclavados en la montaña, se escuchaban los sonidos de las balas. La guerrilla ocupaba toda esa zona.

Manuel dice que cuando escuchaba los disparos, salía a la calle para ver de donde provenían. Recuerda que su madre lo castigaba, porque temía que lo matara una bala perdida, del ejército o de los guerrilleros. Sabina, por su parte, comenta que a ellas, sus madres las asustaban con El Che. Les decían que era un hombre malo que se robaba a los niños y que estos nunca regresaban, que El Che quería mujeres para que tuvieran hijos “para la revolución”. Sabina si obedecía. Le daba miedo El Che por las historias que contaban de él.

Sabina bajo en la parte más alta de la montaña, la que había estado nevada en los primeros días de mayo, pero que ahora no tenía mas que piedras pelonas y mucho frío. Manuel se bajo mas allá, ya casi llegando a La Higuera.

El camino de terracería estaba mucho mejor arriba que abajo, porque arriba no llovía. Subimos tanto que pasamos las nubes con agua y llegamos a la zona mas alta de las montañas, para después bajar a dos mil y algo de metros, a La Higuera. Todo el camino tiene letreros para indicar el rumbo. Le llaman “La ruta del Che”.

La Higuera está al final de la ruta. Es apenas un caserío dividido por una larga calle de tierra, donde al final, está la escuelita, aquella donde lo tuvieron preso una noche y donde lo mataron. Ahora es un museo, pequeñito, donde cuentan en cartelones y en fotos, la historia del Che. Si quieres, puedes pagar guía, que contratas en Valle Grande, como el guía de los holandeses que estaban arriba cuando llegué.

El pueblo es silencioso. El bullicio llega en octubre, cuando conmemoran su muerte. Ahora, solo silencio, profundo, necesario para acompañar mis pensamientos. Estar ahí, me hizo sentir el peso de la historia que tiene ese hermoso lugar. Me acordé de la canción: “Aquí se queda la clara, la entrañable transparencia, de tu querida presencia, comandante Che Guevara”. Hay que ir a La Higuera para sentirlo y emocionarse.