¿Elección de Estado?

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La jornada electoral del domingo no sólo fue una disputa entre partidos por el poder en Colima como si fuera un objeto lejano. La elección extraordinaria fue una lucha de bandos dentro del mismo Estado, que instrumentaron cuanto recurso tuvieron a disposición para aumentar sus posibilidades de captación de votos.

En este sentido Colima no presenció una tradicional contienda entre partidos políticos para formar gobierno, sino una lucha de facciones, partidos y gobiernos por un codiciado enclave de poder: el ejecutivo. De ahí el despliegue de un ejército de élites durante la campaña y el día de la elección: diputados, regidores, alcaldes, secretarios de estado y embajadores federales.

La compra y la coacción del voto, la guerra sucia y la persecución del adversario, son prácticas que todos los partidos han incorporado en distinto grado, porque parece que sin ello es imposible volverse competitivo en una elección.

Y así, son los mismos partidos los que siguen contribuyendo a la desacreditación de la política.  Una práctica creciente con la apertura del juego democrático en México.

Creo que un conjunto del electorado viene haciendo una pregunta al PAN desde hace tiempo: ¿Por qué si se presentan como una alternativa de la política, echan mano de las mismas herramientas que su aparente archienemigo, el PRI? Creo también que esta pregunta alejó a muchos electores de Jorge Luis Preciado.

Es complicado enfrentarse a un adversario experimentado y hacerlo con sus propias armas. Al menos en el terreno de la competencia de élites parece que el PRI terminará dándole la vuelta a quien quiera rebasarlo en estrategias. Ya tendremos que explicar cómo se consiguieron los más de 10 mil votos que aumentó Peralta respecto a junio a través de Nueva Alianza y el Partido Verde.

Preciado fue competitivo, y en términos duros le volvió a ganar al PRI pero no a su consorcio de cuatro partidos. Sin embargo Preciado fue incapaz de reparar fracturas del PAN, y sobre todo, de neutralizar a Leoncio Morán, que en todo su derecho de despertar sueños y alimentar los propios, quizás de manera inconsciente minó un capital de votos que permitieron a Peralta deslizarse hacia el triunfo electoral.

“Elección de Estado” es un término de esos a los que siempre se recurre para dar una explicación fácil a fenómenos complejos. En los tiempos del PRI como partido hegemónico la elección de Estado era una interpretación plausible para dar cuenta de la imposibilidad de la oposición para ganar elecciones.

Hoy el PRI no es partido hegemónico, pero la elección de Estado no ha perdido su capacidad explicativa: las instituciones como maquinaria de coacción, pero ahora al servicio de múltiples facciones. ¿Será imposible romper el espiral sin formar parte de él?