Eso de crecer

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Son muy curiosos los ritos de pasaje a la edad adulta. Cambian de acuerdo a la cultura y la época: Algunos tienen que ver con soportar el dolor que les causa, por ejemplo, los piquetes de hormigas, otros implican dedicarle horas al estudio de preceptos y leyes religiosas, para demostrarle a una comunidad que aceptan esas leyes como parte de sus vidas.

A veces, tienen relación con las capacidades para cazar animales, o con la posibilidad de salir de sus comunidades e ir al encuentro con otras culturas, para volver a la propia después de hacer comparaciones o quedarse para siempre sumergido en otras formas de ver el mundo. Muchos de estos rituales establecen en el joven un compromiso con la fe. Pueden implicar mutilaciones físicas, como la circuncisión, o buscan demostrar, en el caso de los varones, que son capaces de sostener a una familia, con lo que adquieren el permiso de casarse.

También hay la posibilidad de que les pidan a los jóvenes que den un salto tipo bungee, donde pierden la niñez junto con el miedo. En ocasiones, esos ritos de iniciación a la vida adulta tienen que ver con cuestiones mas objetivas y tal vez mundanas, como con la posibilidad de obtener la licencia de conducir, de votar o de tener permiso para beber alcohol. Cada cultura marca la forma en como sus niños se convierten en adultos y establece ritos diversos que se realizan en edades diversas. En algunas culturas implica a hombres y mujeres. En otros, solo se asocian a las mujeres.

En México, convertirse en una mujer adulta, implica una serie de consumos suntuosos que dejan a las familias llena de deudas, todo por cumplir con la fiesta de los quince. Con el pretexto de una renovación de la fe, se hacen arreglos para que las hijas brillen en las fiestas que los padres están socialmente obligados a realizar para demostrar, primero, que sus hijas están listas para “ser presentadas en sociedad” y por otro, que son proveedores eficaces porque pueden dar un festín para todos aquellos que sean invitados al acontecimiento.

Cien mil pesos es el costo promedio de una fiesta “de lujo” para festejar los quince años de una niña. Este dinero moviliza toda una infraestructura dispuesta a sacarle a los padres de familia todo lo que se pueda: el maestro de baile, la costurera o diseñadora, el local, las flores, el pastel, el fotógrafo, el cura, que también cobra sus honorarios porque las misas especiales no son gratis; la iglesia, la música de la iglesia y la de la fiesta, las invitaciones y el costo de su distribución, la pantalla gigante, para ver el video de la niña y todas su gracias realizadas hasta que creció, los zapatos, los recuerdos, los adornos de la mesa, el maquillaje y el peinado, porque ni modo que vaya como diario ¡si es un día especial!.

Por eso me alegra tanto haber tenido hijos. El rito de pasaje se dio en la cocina, con una conversación: “mamá, no se que me pasa, quiero jugar con mis juguetes pero luego no tengo ganas de hacerlo…no se que me pasa”, me dijo. “ya eres grande”, le dije “estás entrando a la adolescencia, eso es común”. “¡Que horrible es eso de crecer!” concluyó mi hijo. Ahí se hizo adulto. ¡Que barato me salió!