Deuda y saldos del sistema político colimense

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El tema de la deuda del gobierno estatal seguirá dando para largo pues ha dejado descontentos a actores y partidos de oposición, empresarios, profesionistas organizados y ciudadanos que se encuentran y concuerdan por la pura indignación y el malestar.

A diferencia de otras coyunturas, este tema deja estelas importantes: un incremento del repudio popular hacia la élite política, el cuestionamiento de la capacidad y sensibilidad de los legisladores, quienes ahora se han convertido en presas de caza moral y exhibición pública. Hay un incipiente y reactivo proceso de formación de ciudadanía en todo esto.

La aprobación de la deuda también dejó como consecuencia una victoria simbólica de Locho Morán y Morena como protagonistas de la oposición política, exhibió las fracturas del PAN, la vulgaridad de las estrategias de Preciado y la débil presencia del PRD.

Pero después de los manotazos, los desencuentros y el zafarrancho en el Congreso, hay una lección bien importante para quienes enarbolan la bandera de la oposición al monopolio político.

Si a Jorge Luis Preciado, Locho y Vladimir Parra les interesa promover la legalidad, el poder ciuadano y los intereses del pueblo (en ese orden cada uno según sus discursos), deberían poner especial atención en el déficit democrático que ellos mismos experimentan en momentos liminales como la pasada protesta en el congreso.

Para inhibir las protestas durante la aprobación de la deuda, el estilo policial para preservar el orden se impuso con policías vestidos de civil, el autoritarismo se manifestó en el cierre ilegal de las puertas del congreso y en una estrategia nefasta de llenar las butacas del recinto legislativo con burócratas y personas afines a la alineación oficial del poder político.

Los defensores de las buenas formas lamentaron la violencia y la falta de capacidad de diálogo de la oposición, pero esto es una trampa perversa pues en realidad ninguno de los 25 diputados ofreció posibilidades de un diálogo real que pausara la aprobación de la deuda, y entonces hay que levantar muros y securitizar la democracia.

Este problema es sistemático y cotiidiano: recordemos el operativo de represión y provocación de conflicto que se ha efectuado en Zacualpan, enumeremos las amenazas y la vigilancia sobre activistas sociales, visibilicemos la censura y las campañas de difamación en medios de comunicación y el uso faccioso de los medios estatales, sumemos el autoritarismo de tránsitos, policías, militares y hasta guardias privados contra la ciudadanía, y sobre todo, contra toda persona que porta cara de “sospechoso”.

¿Cuál es el saldo de esta ecuación? Bloqueos estructurales para el ejercicio de una ciudadanía activa, forma democrática que les estorba a las élites que se creen representantes de una sociedad que los repudia.

Yo no quiero que los manotazos de Preciado y los madrazos de Meneses se impongan como alternativa para desafiar el orden de corrupción imperante, ojalá la recomposición política que se avecina, traiga como saldo verdaderas posibilidades de diálogo antes de tomar decisiones.

*La memoria es pueblo. Y siguen faltando 43.