A un año de Ayotzinapa: el Día de la Indignación en Colima

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Los desaparecidos no desaparecen, ni desaparecerán, mientras estén vivos en la memoria de quienes se reconocen en ellos.

— Eduardo Galeano

En el Día de la Indignación, a un año de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, miles de mujeres,  hombres, niños y niñas marcharon ayer en la Ciudad de México solidarizándose con la indignación y el dolor de los padres de los normalistas que encabezaban la protesta. Llovía, mas no fue impedimento.

Aquí, en Colima, también llovía. Pero las y los ciudadanos organizados en la denominada Comunidad Colima con Ayotzinapa, no olvidaron la petición que José Adolfo de la Cruz, normalista sobreviviente, hizo cuando visitó el estado: “No nos abandonen, porque si nos abandonan ellos ganan. Los 43 sueños que están de por medio quedarán en el olvido”.

La cita fue el sábado a las 6 de la tarde en el jardín de Villa de Álvarez para dirigirse con rumbo al jardín Libertad. A las 6:30 de la tarde, la lluvia no cedía. Aún así, decenas de asistentes se refugiaban del agua bajo los portales del jardín y en su quiosco. Aunque algunos lo hacían en vano, pues, al llegar al punto de reunión ya tenían por lo menos los zapatos empapados.

Mientras esperaban a que se calmara un poco la lluvia, en el quiosco, pintaban playeras con stencil a cambio de una cooperación que iría directo a manos de los padres de los 43.

7 de la noche y la lluvia continuaba, no parecía querer dar tregua. “¿Qué hacemos?”,  “¿Por qué no marchamos así?”, “Yo creo que no se va a quitar”,  “Está muy cerrado el cielo”, platicaban. Una voz femenina preguntó a los presentes qué opinaban, o si tenían alguna propuesta. Otra voz, también femenina, dijo que si estaban ahí era para mostrar una inconformidad, y que los interesados se quedarían. Acordaron esperar un poco más. “De todas formas no nos podemos ir con esta lluvia”, comentó alguien.

La espera no duró mucho, quince minutos después decidieron marchar pese a la lluvia. El contingente comenzó a tomar la calle. Hubo quienes traían sombrilla y abrazaban a otra persona para darle refugio, otras no tuvieron problema con mojarse y no hicieron nada por cubrirse.

“Ojalá que el agua no borre las letras del cartel”, le decía un joven a otro. Al frente de la manifestación llevaban una lona con el rostro de los 43 normalistas. Las mantas y cartulinas, mojadas, pero aun así, en alto.

“Ni la lluvia, ni el viento, detiene el movimiento”, “Hombro con hombro, codo con codo; Ayotzi, Ayotzi, Ayotzi somos todos”, fueron unas de las primeras consignas que lanzó el grupo conformado por aproximadamente un centenar de personas.

Caminaron por la calle Manuel Álvarez, y continuaron hacia La División. A la altura del jardín de San Francisco la lluvia comenzó a cesar pero ya había bañado a la mayoría.

— Papá, ¿por qué hacen eso?— preguntó un niño que miraba la manifestación.

— Es por Ayotzinapa– respondió su padre, después de voltear rápidamente a ver los carteles que traía pegados una camioneta que seguía al contingente.

— ¿Y qué es eso?– insistió en niño.

— Mmm, pues, no sé— finalizó el padre.

El agua corría por las calles, incluso, entre los pies de los que decidieron caminar descalzos y guardar sus zapatos.

Continuaron por Maclovio Herrera, y después tomaron Nigromante.

Se les oía cantar: “No somos todos, señores, nos faltan 43. Este gobierno corrupto, señores, nos quiere desaparecer. El pueblo camina juntos, queremos, a México despertar. Desde Tijuana hasta a Chiapas, señores, la lucha contra el poder”.

En Nigromante esquina con 16 de Septiembre se encontraban unos militares. Varios comenzaron a verlos un tanto sorprendidos, pero no dudaron en gritarles “asesinos”. Los militares se retiraron en dos camiones.

Al arribar al jardín Libertad eran ya cerca de 200 personas,  pues el camino varias se fueron sumando. Adornaron el quiosco con sus lonas y pancartas. “¡Justicia!“, “¡Ni perdón, ni olvido!” se podía leer en ellas. Algunas, lucían desgastadas.  Han sido usadas en varias ocasiones y su mensaje sigue vigente porque el reclamo sigue siendo el mismo.

Ante la gente que rodeaba el quiosco, Rabí Hernández, acompañado de su guitarra interpretó “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, de Fito Páez, popularizada también en voz de Mercedes Sosa.

Momentos después se leyó el posicionamiento de los padre de los 43,  presentado en la reunión que sostuvieron con Enrique Peña Nieto el pasado jueves 24 septiembre.

En él, los padres sostuvieron que sus vidas han sido destruidas y que sólo los mantiene de pie el amor por sus hijos. Culparon al Estado de lo sucedido y le reclamaron a Peña su indiferencia y negligencia en el caso Ayotzinapa, “porque en vez de procurar la justicia y  verdad, se procuró la mentira”.

Le exigieron también un replanteamiento general de la investigación y que se mantengan los procesos de búsqueda.

Para lo anterior, dijeron, necesitan dos garantías:

  1. El presidente debe comprometerse a estar del lado de la verdad y no de la mentira.
  1. El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) debe continuar su labor hasta que haya justicia y verdad. Asimismo, el gobierno debe aceptar el informe emitido por dicho grupo.

El posicionamiento concluyó asegurando que “mientras no haya verdad, nuestra legítima búsqueda de justicia marcará su administración (la de Peña Nieto)  y a su nombre se asociará el de Ayotzinapa como símbolo de la impunidad y la corrupción que reina en el país”.

Dicho lo anterior, comenzó el pase de lista: Benjamín Ausencio Bautista, ¡vivo te queremos!, gritaban los presentes al unísono; Carlos Iván Ramírez Villareal, ¡vivo te queremos!; César Manuel González Hernández, ¡vivo te queremos!; Alexander Mora Benancio, ¡vivo te queremos!

Para Julio César Mondragón, alías “El chilango”, Daniel Solís Gallardo y Julio César Ramírez Nava, normalistas asesinados ese 26 de septiembre, el grito fue de “¡Justicia!”.

En ratos, volvía un pequeño sereno, pero sólo quedó en eso. René Hernández cantó “Hasta siempre, comandante”, de Carlos Puebla, canción que fue coreada por varios de los presentes y acompañada por el ruido de sus palmas.

Haciendo alusión a la “verdad histórica”  —esa verdad que los padres de los 43 consideran como un engaño con pruebas a modo—  Miguel Ángel León Govea compartió un texto de su autoría:

“Esta es la verdad histórica de los hechos, Jesús Murillo Karam, ex procurador de la República.

“Miren, ya el mundo aprende a pronunciar nuestras lenguas prehispánicas: Tlatelolco, Acteal, Tlatlaya, Ayotzinapa. Lo real es una coincidencia con la inimaginable (…) Porque pienso, muertos están, me pregunto ¿muertos están?, ¿muertos? Muertos sin el beneficio de la fiesta, la alegría o el mezcal, que es una forma de mostrarle los dientes a la risa (…) Porque muertos vuelven a estar 68, 43 veces muertos con sus tres culturas desplazadas, un sepulcro para ellos de horror. Porque 43 y otros tantos mil yacen en las tumbas de tiro actuales, tiros de gracia”.