Bitácora reporteril
Los medios de comunicación, la gran mayoría, no cuentan con un código deontológico que reglamente, regule y defina, bajo criterios éticos, su trabajo periodístico.
No lo hay, por lo menos, de una manera formal y que se establezca como un compromiso con valor jurídico, un documento que norme principios éticos en la elaboración y posterior difusión de noticias, teniendo en cuenta que el periodismo se constituye en una labor con alto impacto social.
Hay, sí, eslóganes de que se busca la veracidad y otros conceptos similares que son utilizados por los estrategas de marketing. Suenan bonito, pero en los hechos no significan nada.
Al respeto a la verdad, la investigación de los hechos, la máxima aproximación de la objetividad, la comparación y contraste de fuentes, se agrega a los códigos deontológicos periodísticos la transparencia.
Este fundamento, como en su momento el respeto a la presunción de inocencia en la nota roja y la rectificación de las informaciones erróneas, se está incorporando cada vez más en los medios de comunicación.
Y es que la transparencia es un factor fundamental para dar certidumbre al lector, quien cada vez está más interesado en los criterios periodísticos de las empresas noticiosas que lo informan: por qué se publica esta información, por qué se le da un manejo informativo diferente a otros medios, por qué se omitió a tal fuente o, también, cuáles son los medios económicos con los que se sustenta la empresa.
Todos estos principios deontológicos son imprescindibles para fortalecer la libertad de información y de informar.
Dos puntos:
Están tejiendo fino para que la próxima legislatura permita un mínimo de gobernabilidad a la administración de Ignacio Peralta. Aunque, claro, habrá algunos que le apostarán a lo contrario, buscando réditos políticos-electorales.