4 años de Pedaleale Colima y la meritocracia oficial. La impolítica de los premios

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En 1985 el Congreso del Estado aprobó el otorgamiento del premio estatal de la juventud a jóvenes destacados en distintas áreas del desarrollo social colimense, pero no fue sino hasta el año 2000 que este premio se institucionalizó mediante un consejo creado por ley y que trabajaría en coordinación con el Instituto Colimense de la Juventud creado un año antes.

Según estos datos, hace 13 años se ha venido promoviendo esta distinción honorífica (e incentivo económico-social)  como reconocimiento a las y los jóvenes que previa conformación de un archivo de evidencias y el estudio de un comité evaluador, destacan por su trabajo y méritos en distintos ámbitos del devenir social.

Hoy (2014) uno de los premios ha sido otorgado al colectivo Pedaleale Colima, que por ser el único caso que conozco, lo tomaré como ejemplo para esbozar algunas reflexiones.

Pedaleale Colima tiene más de cuatro años trabajado sin interrupciones para promover el uso de la bicicleta como medio de transporte en la ciudad, para tener un espacio público más amistoso y flexible con los ciudadanos así como descongestionar la cultural de la presencia del automóvil.

El impacto que este colectivo ha tenido en la sociedad colimense no es poco, fueron el primer grupo en salir a las calles a realizar bicipaseos de forma autónoma y con un talante que rompió las formas adultas y oficiales que caracterizaban a este tipo de actividades, negándose incluso a tener seguridad vial pues argumentaban, no era un espacio recreativo sino de aprendizaje y manifestación colectiva, por lo que ellos desarrollaron sus métodos para protegerse de los autos. Hoy hay más de 4 grupos de ciclistas que realizan bicipaseos casi todos los días en la zona conurbada de Colima-Villa de Alvarez.

Hay una anécdota ilustrativa. Después de años sin recibir atención prioritaria de funcionarios públicos y gobernantes llegó el tiempo de la promoción electoral, entonces a un político se le ocurrió asistir a un bicipaseo, su equipo montó todo un escenario en la esquina del jardín donde siempre inician las rutas para tener la fotografía ideal. Cuando los pedaleale vieron esto, subieron a sus bicicletas y se fueron por la esquina contraria.

Hoy el Gobierno del Estado otorga a Pedaleale Colima un premio por su destacada labor en el rubo de desarrollo comunitario, un diploma y un cheque que bien tienen merecido como reconocimiento y como incentivo. Pero me pregunto, ¿el mejor premio para este colectivo no sería por fin ver ciclovías en la ciudad?

Cuando se estaba modificando el tercer anillo periférico y se construían los pasos a desnivel, muchos de los integrantes de Pedaleale mandaron cartas y asistieron a reuniones para pedir que estas nuevas vialidades tomaran en cuenta al ciclista y el peatón. Les respondieron que eran vías rápidas, que ya era un proteco hecho, incluso algunos arquitectos se burlaron de ellos en reuniones sostenidas con el gobierno.

Tiempo después el Congreso del Estado promovió una ley para FOMENTAR el uso de la bicicleta. ¿Para que necesitan los gobiernos ser obligados a realizar un trabajo que estos mismos jóvenes realizan? Lo que se necesita es infraestructura, políticas públicas, los bicipaseos y el fomento lo hacen ellos(pedaleale y otros grupos), y por cierto, con mucho mejor eficiencia que los gobiernos.

Casos como Pedaleale hay muchos, las y los jóvenes se agrupan para inventar y promover cambios, huyen de lo que, en general, consideran la política; por su parte, el sector público parece no entender agrupaciones que se resisten a colaborar con el poder y sus formalismos. Hay una distancia que separa a un Estado en aparente declive y embriones de agencia juvenil sin un proyecto contundente de empoderamiento, entonces nos quedan los premios, bien merecidos y necesarios pero que por si solos son aplausos de impotencia.

No es por aguar la fiesta pero al menos en esta caso, pareciera que el premio Estatal de la Juventud es un premio de consolación, un reconocimiento del gobierno a su incapacidad de responder a demandas de una juventud que tiene potencial y voluntad para mejorar nuestra sociedad pero que no tiene el poder, ni los medios ni la atención que merecen, una juventud que a su vez, prefiere dar la espalda a las condiciones de participación pública antes que arriesgarse a ser absorbida por la maquina tecnocrática.